Vox populi, vox Dei
¡Oficios, procesiones, vía crucis, rezos y misa de vigilia! Pareciera la Semana Santa un spring para creyentes, que ad maiorem Dei gloriam, se entregan a la Pasión de Cristo con grandes loas y fe y actitud desigual. Como indica el término inglés "self-mad
La Voz de Salamanca (Alfonso Manjón) / ¡Oficios, procesiones, vía crucis, rezos y misa de vigilia! Pareciera la Semana Santa un spring para creyentes, que ad maiorem Dei gloriam, se entregan a la Pasión de Cristo con grandes loas y fe y actitud desigual.
Como indica el término inglés "self-made-man", el hombre se hace a sí mismo. Y a tales latitudes, podría decirse a voz de fiel que parece que sea "perder el tiempo relatar la grandiosidad del océano a la rana que no quiere abandonar su charca". En España, vivero de creyentes a los ojos del mundo, no sólo puede advertirse el pío sentimiento de quienes creen sin ver, sino cómo también vivimos adscritos a la vida desacralizada. Sobre todo a esa hora en que los fieles acompañan al Cristo crucificado y sepultado llorado y seguido por la Virgen María. Primero, porque siento cómo cada vez menos gente se enclava en este tipo de festividades y sigue los oficios y actos anejos a ellas, y segundo, porque a veces la piedad humana se transforma en piedad mundana. Y a los ojos de todos, tanto de quienes viven religiosamente tales fechas como de quienes aún no tienen la fe o la predisposición piadosa suficiente, resulta un tanto burdo, primero, que las procesiones sean o parezcan más un acto social que un acto de fe y, segundo pero no desligado de ello, que la gente vaya hablando no sólo de la instalación eléctrica de su casa o de las normas de tráfico y las multas correspondientes -cada loco con su tema-, sino que al fin se escuche incluso a alguien cagarse en Dios. ¡Que de todo hay en la viña del Señor!
Ese país laico que establece la Constitución española, con trato preferencial a la Iglesia Católica, sigue llevando a cabo la piedad religiosa de las procesiones en las calles por disfrutar del derecho legal que ampara ese tipo de celebraciones públicamente. Entre otras cosas porque esa es, presuntamente o no, la voz del pueblo, y la voz del pueblo, dicen los creyentes, es la voz de Dios. Y es que en palabras de Anatole France, la gente “prefiere los errores del entusiasmo a la indiferencia de la sabiduría” -por eso de que en Dios reside la verdad-, y como dice Santa Teresa de Calcuta: “Cada obra de amor, llevada a cabo con todo el corazón, siempre logrará acercar a la gente a Dios”.
La Semana Santa podrá sentirse al fin así. Yo siempre he entendido que más allá del vínculo común que a la religión acompaña, la fe es esencialmente personal e íntima con Dios, y allá cada uno con su forma de entender su relación con tal altas instancias. A fin de cuentas el mañana será quien nos diga cómo acaba por entenderse y celebrarse este tipo de acontecimientos religiosos, y cuánta gente sigue viviendo y desviviéndose envuelta en sus gracias.