Paseo fluvial o paseo fabril, que de ambas maneras viene denominándose este recorrido por la ribera del Cuerpo de Hombre en su discurrir más cercano a Béjar. El comienzo de este paseo habilitado durante la construcción de la depuradora de aguas se sitúa junto a la salida del llamado Puente de la Feria, en el comienzo de la carretera de Ciudad Rodrigo.
Hay que atravesar otro puente metálico construido a finales del siglo XIX, que da acceso a la fábrica textil de Rafael Díaz para, saltando un pequeño murete, iniciar el recorrido que de inmediato vuelve a pasar por el citado puente, esta vez por debajo. Estamos en la confluencia de los ríos Frío y Cuerpo de Hombre en el paraje denominado “Batuecas”, y sus aguas discurren primeramente por nuestra derecha. En frente de la fábrica se sitúa la llamada “Pesquera de la Luna”, que tomaba las aguas para un edificio posterior; junto a su canal puede observarse, tallado en una roca de granito, la inscripción del año fundacional de estos complejos fabriles, y a continuación una mata de avellanos.
El siguiente edificio está abandonado y lo forman dos naves que pertenecieron en diferentes épocas a las familias industriales Muñoz, Izard y Cascón, anexo a ellos pueden verse los restos de una antigua rueda de cárcava movida por fuerza hidráulica. Podemos saltar la valla y subir por la rampa existente entre las dos fábricas para observar el inicio de las “Cuestas del Río” que comunicaban la localidad con estas fábricas. Entre la maleza se adivina la denominada fuente de San Antolín.
Retomamos el camino y cruzamos el “Puente de los Izares” que nos pasa al otro lado del río, parte por la que discurrirá el resto del paseo, el puente, según Madoz fue originariamente de madera. En esta zona el cauce discurre más abierto junto a la “Pesquera de Las Golondrinas”, muy ancha, por ello podemos observar cómodamente todas las especies características de una vegetación de ribera: son numerosos los alisos, reconocibles por el color oscuro de sus hojas, los fresnos y los álamos. En la vertiente por la que andamos, que es más soleada, también se dan encinas, alguna higuera siempre creciendo entre la mampostería de los muros, e incluso una catalpa.
Abundante es la presencia de ailantos, planta de muy rápida reproducción que crece sobre cunetas y vertederos, y que al estrujarse tiene un olor desagradable, de ahí su no muy buena fama. El sentido del río traza después una casi imperceptible curva en dirección al “Puente Zamacuco”, bajo las naves (en el lado izquierdo) del mismo nombre. Por la derecha tenemos las actuales instalaciones textiles de Pablo Farrás, entre este punto y la carretera de Ciudad Rodrigo, de las que destacamos su pequeña chimenea de ladrillo coronada desde hace años por un nido de cigüeña (Ciconia ciconia).
El puente, que es de hormigón y tiene dos arcos rebajados fue construido por iniciativa privada a principios del siglo XX y salva el río sobre la “Pesquera de los Caballos”, que tomaba antiguamente las aguas para la siguiente fábrica de tintes, y al parecer fue muy frecuentada en otra época por los bañistas.
En esta parte del río, como en casi todo el recorrido de este paseo, puede observarse la presencia de tres bellos pájaros: la lavandera blanca (Motacilla alba) y la lavandera cascadeña (Motacilla cinerea), de colores grises y blancos el primero y con matices amarillentos el segundo; especial mención merecen las varias parejas de mirlos acuáticos (cinclus cinclus) que anidan en esta zona, este pequeño ave de color negro y con una identificativa mancha blanca en el pecho, es un indicativo de las aguas limpias siendo su presencia, en esta zona del río, bastante reciente. Anida junto al agua, a veces detrás de pequeñas cascadas y, gracias a la película de grasa de sus plumas, puede bucear sin apenas mojarse.
Desde una pequeña nave junto al puente, con calderas de tintura, se observa una bella perspectiva de la parte antigua de Béjar presidida por la torre de la iglesia de Santa María. El siguiente punto destacable es el paso bajo la mole del puente del ferrocarril, en desuso obligado desde al año 1984; se trata de una fabricación de sillares de granito, hormigón y hierro.
Traza en el aire una curva parabólica que conducía a los trenes hacia las entrañas de Béjar a través de un túnel hoy sellado por los matorrales. Inmediato a este puente que data de 1892, nos encontramos el moderno Museo Textil, habilitado en la estructura de la antigua fábrica de Gilart, y que ha perdido buena parte de su encanto, no conservándose ninguna de las varias chimeneas que la remataban. Bajo el museo, las aguas se remansan en la “Pesquera de Gilart” que ha sido reestructurada con cemento y con un escalonamiento que facilitará el remonte de los peces. El paso más importante del río que existió en Béjar desde la Edad Media posiblemente del siglo XIII) era el “Puente de San Albín” cuyo esbelto arco ojival lo eleva a más de veinte metros sobre las aguas, su nombre deriva de una ermita que debió existir en su cercanía, aunque se conserva el testimonio de una segunda denominación: Puente de Neguilla, en alusión a los negrillos (olmos) que frecuentan sus inmediaciones.
A partir de este punto, que bien podría marcar el ecuador del recorrido, cambia paulatinamente el cauce del río convirtiéndose en algún momento en un tajo apenas expuesto a la luz del sol. Para continuar hay que pasar por debajo de otro puente de aspecto y edad muy distintos al de San Albín, es el llamado “Puente de Tapia” junto a una pesquera que podemos denominar con el mismo nombre. Sobre nuestra derecha se alza una imponente pared de granito en la que están asentadas varias naves correspondientes en la actualidad a la sección de hilaturas de Rafael Díaz, una minicentral hidroeléctrica y el clasificado de lanas de Martín de Argenta. Estos edificios de San Albín, que fueron construidos por la familia Gómez-Rodulfo Yagüe, han sido reestructurados a lo largo de los años debido a varios incendios. En ellos se habilitaron batanes, curtidos, lavaderos, fábrica de paños y de lanas peinadas. En la orilla contraria comienza a verse el edificio que fue estambrera, como muchos otros en estado casi ruinoso, que perteneció en sucesivas épocas a las familias de origen catalán Rocamora, Gilart e Izard.
Si nos detenemos a observar la vegetación del lado por el que caminamos comprobaremos la existencia de varios ejemplares de arce Montpellier y de almez, que en el lado opuesto se convierten en un pequeño bosquete de ladera trepando por los riscos de la Tejerilla y de Peña Oliva, situados (aunque no la vemos) detrás de la iglesia de Santiago.
Esta parte especialmente abrupta corresponde en el río con un salto de agua que debió ser una cascada natural y que al represarse formó la actual “Pesquera de los Ladrones”. El charco servía para nutrir de aguas las instalaciones de la gran fábrica de García y Cascón, y hoy es el trasvase para la minicentral hidroeléctrica Cejuela. El espacio desde este punto hasta casi el final del recorrido lo ocupan las naves de esa citada fábrica que llegó a albergar cerca de mil ochocientos trabajadores y que fue fundada por Don Leandro Cascón, natural de Fuentes de Béjar. Los edificios, de los que resaltan dos esbeltas chimeneas cónicas de ladrillo, siguen los cánones de la arquitectura fabril textil de principios de siglo con alguna concesión al estilo neoclásico en la zona de las oficinas. La gigantesca construcción se denominó La Noriega y La Illana así como Transformadora de Lanas.
Comunicando las naves de ambos lados del río debemos detenernos a ver el llamado puente de los Moros, con arco muy levemente apuntado camuflado entre hiedras; a pesar del nombre y aunque tiene aspecto de puente medieval hay que datarlo en la primera mitad del XIX. En él se aprecia alguna reforma como el remate superior de ladrillos que afea su aspecto. Tras pasar este punto vemos a nuestra derecha las largas naves de telares en cuya fachada de granito revolotean palomas zuritas y en verano golondrinas, vencejos y aviones comunes.
La ruta continúa, reproduciendo la misma curva que traza el río dirección sur donde se han habilitado bancos para el descanso y la contemplación de la bella perspectiva que se alcanza y que combina lo fabril de las naves, lo medieval de las murallas y lo natural del monte. Debido a la insolación de la zona, los robles van dando paso a un bosque de encinas que ya nos acompaña hasta el final de la ruta, desembocando en la carretera de Aldeacipreste a la altura de la fábrica de Francisco Gómez-Rodulfo, reliquia industrial del siglo XVIII.
Este es el final de la ruta fabril, aunque si al excursionista le quedan ganas y tiempo aun puede continuarse la excursión cruzando el inmediato Puente de Don Paco hacia el camino de la Umbría. La senda que se interna hasta el Tranco del Diablo y está señalizada como parte del GR-10, en su recorrido por nuestra comarca.
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