Tarde de otoño en el húmedo León

Residencia Mamá Margarita, Béjar

Redacción i-bejar.com
Diciembre 09, 2007

Un barrio obrero, con antiguos cafés cerrados porque quedaron ya en ruinas, con viejas fábricas de ladrillo que nadie se ha molestado en rehabilitar, con aceras estrechas y calzadas amplias para que circulen rápidamente los coches.

La Voz de Salamanca (Gorka Esparza, Isabel Vicario) / Un barrio obrero, con antiguos cafés cerrados porque quedaron ya en ruinas, con viejas fábricas de ladrillo que nadie se ha molestado en rehabilitar, con aceras estrechas y calzadas amplias para que circulen rápidamente los coches.

Para que la gente pase rápidamente por allí en dirección a la catedral, a las iglesias, a los grandes monumentos, o a las tiendas. Porque prácticamente nadie pasea por esas calles en una luminosa mañana de sábado festivo de diciembre. Eso es lo primero que vimos de León, la cara menos turística, pero como casi siempre, la más real. Como en otras ciudades españolas.

La suerte de los recién llegados nos permitió aparcar en plena calle Ordoño II, y a partir de ahí dar un paseo por la zona más céntrica de la ciudad. Contemplamos la estatua de Guzmán el Bueno, que tal y como nos explica un paisano, señala a los visitantes desencantados cómo marcharse de esta ciudad. En esa misma plaza, pudimos ver un edificio conocido como “la huevera”, símbolo de la arquitectura moderna, que gusta mucho a algunos, y menos a otros.

La calle Ordoño II y sus alrededores son la zona más comercial de la ciudad, con grandes tiendas de marcas que facturan cifras exageradas, pero también de encantadoras mercerías familiares con pequeños escaparates en los que se exhiben hilos de todos los colores, y botones de todos los tamaños. Al llegar a la Calle Ancha, más tiendas de cuidados escaparates, algunos cafés y restaurantes, y más moda. De nuevo, el centro de una ciudad se ha convertido en un gran negocio.

Llegamos a la Catedral de León, impresionante, construida en una plaza que opta por darle todo el protagonismo a esta construcción gótica de inspiración francesa. De ahí, nos dirigimos al corazón del Barrio del Húmedo, donde en unos pocos metros se puede disfrutar de la mejor gastronomía típica leonesa, a muy buen precio. Sin embargo, también podemos encontrar restaurantes hindúes, franceses e italianos. Es curioso, que quepan tantas cosas en calles tan estrechas.

Volvemos a intentarlo en La Bicha, que sigue con el mismo cartel en la puerta. Dudamos, pero ahora llevamos dos copas de vino del Bierzo más, y al final decidimos que es mejor que te echen a quedarte con las ganas de probar la que nos habían dicho que era la mejor morcilla de toda la ciudad. Al entrar lo primero que ves son algunos carteles indican que es un lugar con carácter, donde no te sirven limonada (¿con morcilla?) y no se puede fumar. Una barra larga, atendida por un único camarero que pone cortos, mostos, que prepara la morcilla, vende chorizo, y todo ello de un humor entre malo y malísimo, porque él pone las reglas. Que te toca esperar, te jodes, para eso es la mejor morcilla de toda la ciudad. Esperamos diez interminables minutos hasta que nos atienden, pero merece la pena. El chorizo está rico, picante, sabroso. La morcilla, hay que probarla. Salimos de La Bicha con una ligera sensación de euforia provocada por el vino, y los pequeños placeres gastronómicos que le acompañan.

Pero el Barrio del Húmedo no solamente se conoce por sus bares y tascas, sino por sus monumentos y lugares importantes, como la plaza Mayor. Es un punto de encuentro, un lugar emblemático y recomendable.

Lo único que nos queda para rematar la hora de la comida es el café, y por supuesto, el postre. De camino al río, de nuevo en la Calle Ordoño II, nos topamos con el Café Pasaje, en el que probamos sus famosas rosquillas, en un ambiente agradable. Lo único que le sobra (que ya es bastante) es la música de “los 40 principales”.

Al salir, mucho viento, del que da un frío que no te quitas en horas. Y al lado del río se nota que todavía es otoño. El color ocre y el frío del río adornan el paseo de Papalaguinda, con columpios sin niños, y bancos sin abuelos disfrutando del sol. Falta un rato para que empiece el partido de baloncesto, y mucha ciudad y amigos a los que ver. No ha llovido en todo el día, pero el suelo está constantemente mojado. Cada ciudad tiene sus misterios.

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