Quo vadis IU
Me gustaría que el coordinador de una organización de izquierda transformadora como Ezker Batua hubiera salido a la tribuna del Parlamento Vasco a decirle al Lehendakari que la izquierda lo que quiere cuestionar es la situación de desigualdad social y de
La Voz de Salamanca (Gorka Esparza) / Me gustaría que el coordinador de una organización de izquierda transformadora como Ezker Batua hubiera salido a la tribuna del Parlamento Vasco a decirle al Lehendakari que la izquierda lo que quiere cuestionar es la situación de desigualdad social y de salarios entre trabajadores y empresarios, los ingentes beneficios de las eléctricas, la situación de una educación (eusk)oncertada, o cuáles van a ser las prioridades del gobierno vasco para salir del atolladero económico en el que se encuentra inmerso un pequeño país, que forma parte de España y aún más, de una realidad política compleja como la europea y de un marco económico mundial en el que es difícil saber quien mueve los hilos.
Pero veo a Javier Madrazo, escoltando a Ibarretxe en su huída hacia ninguna parte, en nombre de Ezker Batua y no reconozco a la organización para la que muchos militantes trabajamos con un ideario, unos valores y un horizonte en el que nunca han estado los derechos de los territorios por encima de los de los ciudadanos.
Para la izquierda, la consulta de Ibarretxe no debe suponer una amenaza “por el miedo al futuro”. La consulta no es un tabú. Es, sencillamente, un disparate jurídico-político: el Lehendakari quiere preguntar a los vascos si quieren que se les pregunte sobre si hay los partidos deben negociar sin exclusiones la paz con ETA en caso de que ETA haya manifestado su voluntad de matar. ¡Todo eso en una papeleta!
Y junto a una crítica que debería ser obligada, la izquierda debería hacer esfuerzos por recuperar la brújula. Que Ezker Batua (e ICV) siga dejándose arrastrar por los cantos de sirena del nacionalismo (en el mejor de los casos moderno y “de izquierdas”) es sin duda alguna una de las peores noticias para una Izquierda Unida con serias dificultades para resolver sus contradicciones y ofrecer a los ciudadanos un modelo claro, tangible e identificable de Estado (y de organización) Federal.
Entre la obsesión por el respeto a las identidades nacionales y el patriotismo constitucional, la izquierda alternativa puede y debe mostrarse como un referente con sólidos cimientos, en la que poder confiar, y con la que sentirse identificado en Mondragón, Barcelona o Córdoba.
Cierto es que el sistema de partidos y la Ley Electoral constriñen las aspiraciones de Izquierda Unida, pero el hecho de que IU atraviese una grave crisis obedece también a que, sencillamente, muchos ciudadanos ya no perciben en nosotros lo que antes era obvio: la utilidad de votar a la tercera fuerza política estatal.
La solidez ideológica, el liderazgo ético y la concepción global de la política nos convirtieron en su día en un referente frente a apuestas de “gouche divine” localistas, partidos sectoriales, o frente al voto útil. Por eso la ciudadanía nos respaldaba allí donde somos fuertes y donde erámos más débiles.
La IX Asamblea de IU es una oportunidad para un cambio profundo (y obligado) que nos vuelva a convertir en imprescindibles para los más necesitados.