Perder el tren
Cuando un servicio público se quiere cerrar, se cierra. La estrategia es de sobra conocida pero no por ello menos perversa. La Administración, jaleada por quienes tienen algún interés colateral, suele iniciar el proceso suprimiendo puestos de trabajo. De
La Voz de Salamanca (Gorka Esparza) / Cuando un servicio público se quiere cerrar, se cierra. La estrategia es de sobra conocida pero no por ello menos perversa. La Administración, jaleada por quienes tienen algún interés colateral, suele iniciar el proceso suprimiendo puestos de trabajo. De ahí, y con las primeras molestias para los usuarios se pasa a la reducción de gastos de mantenimiento, al mantenimiento de infraestructuras obsoletas, a las averías constantes y los retrasos… y así se va produciendo un goteo de deserciones en los usuarios, cansados por el mal funcionamiento del servicio público, por la impotencia de no tener dónde quejarse o quien les escuche por el continuo maltrato, por el incumplimiento reiterado de las cláusulas generales de la contratación. Y por fin, la frase mágica: “el servicio es deficitario”. O peor aún, “la línea ya no es rentable”, que no sólo no es lo mismo, sino que resulta más ofensivo.
Durante todo ese proceso, la izquierda que defiende lo público se encuentra ante la tesitura de contribuir al jaleo mediático y político contra los gestores del servicio público o callar, consciente de que sólo una excusa bastará para privatizar, disminuir o suprimir servicios.
El problema de fondo, el sustancial y del que no debaten los Fernandos, es que en algunos casos, hay ciudadanos que no se pueden permitir el lujo de desertar, de declararse insumisos, de castigar a la empresa con la pérdida de un cliente. Es el caso, por ejemplo, de los usuarios del mítico –porque es un tren de los años 60- TALGO III “Miguel de Unamuno” que renquea diariamente entre Salamanca y Barcelona. Al margen de lo importante que es tener una buena comunicación por vía férrea con Cataluña, ese tren podría ser un instrumento más de cohesión, de vertebración regional e interregional, un instrumento al servicio de quienes viven en zonas deprimidas, en el mundo rural o en capitales de provincia. Cuando esa línea se cierre –y todo se andará- la única comunicación importante por vía férrea con Salamanca será la de Madrid y la del País Vasco (mientras dure).
Y mientras tanto, en el Salón de Plenos Municipal se discute sobre si es más rápido ir de Madrid a Salamanca en 80 minutos o en 1`2 horas. La batalla dialéctica se centra, de una parte, en demostrar que el PSOE mintió prometiendo AVE (cosa que es cierta) y de otra, en dejar claro que es mejor combinar el transporte de pasajeros y mercancías si la duración del trayecto es la misma (que lo es). Pero, ¿alguien se ha preguntado como estaban las comunicaciones por vía férrea hace 30 años y qué es lo que queda ahora? Salamanca, por la incapacidad del PP y la política ferroviaria del PSOE, vuelve a perder el tren.
No estaría mal que ambos cayeran en la cuenta de que cuando se cierra un tren todos perdemos.
Publicado en El Adelanto 4 de Agosto de 2008