El pacto de la lealtad (II)
Decimos que es necesario encontrar un punto de encuentro dentro de IU. La situación requiere de un esfuerzo por todas las partes de aceptar unas mínimas reglas del juego, aquello que hemos llamado “Pacto de la Lealtad”. No hablo de lealtad en el sentido o
La Voz de Salamanca (Domingo Benito) / Decimos que es necesario encontrar un punto de encuentro dentro de IU. La situación requiere de un esfuerzo por todas las partes de aceptar unas mínimas reglas del juego, aquello que hemos llamado “Pacto de la Lealtad”.
No hablo de lealtad en el sentido organizativo únicamente sino de lealtad hacia el proyecto. Lealtad hacia el proyecto que debe partir de la base de su necesidad. IU es hoy más necesaria que nunca. Se requiere la reaparición de una organización alternativa y transformadora de la sociedad, que no se encuadre dentro de las doctrinas del Pensamiento Único, con intenciones reales de realizar cambios políticos y sociales. Y debe ésta la idea sobre la que gire la regeneración: la transformación social.
Que el mundo en el que vivimos viaja hacia el colapso político, económico, social y ecológico es algo de lo que cualquiera puede darse cuenta. Los sistemas económicos imperantes durante las últimas décadas han sufrido una crisis interna que van a tener que pagar los propios ciudadanos, en vez de aquellos que los han provocado (Bancos y Grandes Empresas); el número de conflictos bélicos se ha multiplicado desde que George W. Bush y sus amigos decidieron irse de paseo; África se encuentra en una situación vergonzosa y vergonzante para el resto del planeta y las soluciones que se plantean no sólo son insuficientes sino que, en muchos casos, tienden a acentuar los problemas; los procesos migratorios son usados por los poderosos para provocar la discriminación y la falta de derechos de los inmigrantes que permite la explotación sistemática de estas personas que sólo buscan una vida mejor; el sistema de desarrollo neoliberal que pone el énfasis en el consumo extremo está llevándonos a una colisión medioambiental cuyas primeras consecuencias estamos sufriendo ya, y que, a no ser que intervengamos con celeridad, tendrá unas repercusiones tremendas; la Europa de las Libertades se está convirtiendo en la Europa del Mercado con una serie de medidas (como el Tratado de Lisboa o la Directiva Bolkenstein) que suponen la dinamitación de los logros sociales de las últimas décadas. Sin ir más lejos, en España estamos sufriendo un claro retroceso del sector público tanto por las políticas de las CCAA gobernadas por el PP (en Madrid cada semana se privatiza algo) como por un PSOE que ultima su giro a la derecha priorizando al mercado frente a los verdaderos necesitados: los ciudadanos.
La lectura de los documentos políticos presentados a la IX Asamblea Federal de IU me produce una mezcla de ilusión y resignación. Parece que, a estas alturas, estamos de acuerdo (básicamente) en las causas del desastre de nuestro proyecto y en el camino a seguir. Queda claro, por parte de todos, que el proyecto de una fuerza como la nuestra no podrá salir adelante si no recuperamos el contacto con la sociedad y con la realidad. Sin movilización social y sin estar cerca de aquellos que nos necesitan no podremos nunca recuperar el espacio que nos pertenece: un espacio que no se encuentra entre el PP y el PSOE sino que supone una visión distinta de la realidad, un espacio transformador y crítico con las formas de estructuración social dominantes que no se deja doblegar ante los poderosos. IU tiene ahora la oportunidad de salir reforzada y generar ilusión y confianza.
Pero decía que también me produce resignación. Resignación ante el juego de las familias internas, ante una situación de continua confrontación que no nos lleva a ningún sitio y que sitúa el verdadero problema en un segundo plano. Ese verdadero problema no es otro que la Política con mayúsculas, esa que busca la felicidad y la igualdad de las personas. IU debe comprender (todos debemos comprender) que la principal causa de nuestro desastre son las rencillas y las disputas internas, más centradas en aspectos personales que de ideas. La resolución de los conflictos intestinos y su prevención han de ser los ejes sobre los que gire la Asamblea, puesto que en lo demás estamos de acuerdo.
Hablábamos de una lealtad al proyecto. Un proyecto que debe partir en el año 2008 con un millón de votos y gran cantidad de alcaldes y concejales haciendo un esfuerzo verdaderamente intenso. Lealtad al proyecto supondría ser capaz de asumir las propias responsabilidades ante la situación y de comprometerse a llegar a un acuerdo de mínimos; lealtad al proyecto sería “callarse” las diferencias personales; lealtad al proyecto sería, por tanto, hacer el máximo esfuerzo por renovar nuestra organización y establecer un rumbo compartido. Y sin un rumbo compartido, no tenemos nada que hacer. Sólo nos falta estar de acuerdo en estar de acuerdo. ¿Seremos capaces?