La otra cara de la crisis

Residencia Mamá Margarita, Béjar

Redacción i-bejar.com
Octubre 06, 2008

No hace falta leer el suplemento anaranjado del periódico para hablar de la crisis. Tampoco es preciso entender una palabra de finanzas para valorar sus consecuencias, pues esta crisis rasga más andrajos que corbatas. Por eso, me niego a entrar en el deba

La Voz de Salamanca (Javier García Pedraz) / No hace falta leer el suplemento anaranjado del periódico para hablar de la crisis. Tampoco es preciso entender una palabra de finanzas para valorar sus consecuencias, pues esta crisis rasga más andrajos que corbatas. Por eso, me niego a entrar en el debate económico sobre la crisis, porque mucho antes que una mera crisis financiera se trata de un drama humano:

Besley es una niña colombiana que acaba de llegar a Bogotá desplazada por el conflicto armado que vive su país. Llegó con su familia desde el Norte de Santander, donde tenían un pequeño terreno en el que cultivaban yuca, papa y algunas frutas. La vida en la región era cada vez más complicada por el incremento del terrorismo paramilitar. En septiembre, los paramilitares tomaron su aldea y tuvieron que huir aterrorizados. La llegada a Bogotá fue muy dura, pues su familia no ha visto un solo peso de las supuestas ayudas del gobierno para los desplazados. Solos, con hambre y muertos de frío, asisten a la crisis económica mundial con pasividad, sin siquiera haberse planteado si guarda relación con su dramática situación.

De forma menos analítica y nada científica, el párrafo anterior nos ofrece una visión de la crisis muy alejada de la opinión del broker neoyorquino o de los editoriales del Finantial Times. Ésta última que le propongo, estimado lector, carece de estadísticas, de indicadores económicos y de datos descriptivos. Sin embargo, presume de un realismo demoledor.

Resulta que, en los últimos meses, el desplazamiento de habitantes del entorno rural colombiano a las grandes ciudades se está disparando. En agosto, parecía que este incremento pudiera deberse al hecho de que, al encontrarnos en plena temporada de recogida de la hoja de coca, los narcos estuviesen intensificando sus ataques. Sin embargo, dicha temporada ha finalizado y, de acuerdo con los datos publicados por el ACNUR, el número de desplazados por la violencia en Colombia sigue en aumento.

Lo preocupante es que, en la misma medida en que el pánico de los inversores hace retirar el dinero de los bancos y de los mercados, las disputas violentas por tierras en Colombia-sobre todo en aquellas regiones en las que predominan las extensiones de coca- se está incrementando. Cabe plantear la hipótesis de que la huída de capitales de los mercados formales en los que se ha agotado la especulación esté produciendo que el viejo de la chistera vea en mercados ilegales, que son tanto o más lucrativos, su nueva oportunidad de negocio. La ruta de la coca, con intereses transversales como la industria armamentística, el control de alimentos y el propio desplazamiento, ofrece una inversión con sus propias normas y comportamientos especulativos al margen de la crisis.

El mismo proceso pudiera estar dando inicio en México, donde inexplicablemente la inversión en negocios asociados al narcotráfico se está incrementando al ritmo que los inversores retiran sus capitales de los mercados bursátiles. Curiosamente, el rearme de los carteles de la droga se está produciendo mayormente en las ciudades más próximas a la frontera con el mismo coloso del norte cuyas bolsas se desinflan tras su belle epoque de la especulación. Aquí hay tomate.

Y ahora cabe preguntarse, ¿dónde está el calcetín en el que guarda su dinero el mismo inversor que, lleno de pánico y borracho de avaricia, ha retirado su capital del mercado y no renuncia a continuar especulando, pese a quién le pese?

Parece, pues, que en Colombia todavía el broker y el narco bailan el vals de siempre en una fiesta en la que nunca hubieran pensado en la pequeña Besley. Pero lo más grave es que ahora ni siquiera piensen en ella los señores del suplemento anaranjado, porque este inocente rostro es la auténtica cara de la crisis.

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