Ola y olé
“Ya están mayormente alojados en la casa solar de los clásicos, donde a veces, algún que otro siglo, hay huéspedes que pasan a ser estables”. Con estas palabras Pepe Caballero Bonald, explicaba en el número 837 de Babelia, la historia indeleble de la últi
La Voz de Salamanca (Manuel Ruiz ) / “Ya están mayormente alojados en la casa solar de los clásicos, donde a veces, algún que otro siglo, hay huéspedes que pasan a ser estables”. Con estas palabras Pepe Caballero Bonald, explicaba en el número 837 de Babelia, la historia indeleble de la última generación de la amistad y el talento literarios que ha dado España a partes iguales. En este principio de siglo, se ha marchitado la casa solar del último clásico. El amigo de los amigos, Pepín Bello. Es curioso: al leer lo que escribió esta mañana apresuradamente Rioyo en EL PAÍS digital, aprendí que la película que Dalí y Buñuel estaban rodando en 1929 iba originalmente a llamarse Carta de Luis Buñuel a Pepín Bello,(el eterno amigo de la residencia de estudiantes, no limitado). Al preguntarnos de dónde viene y qué significa el nombre que fue finalmente adoptado, se impone como ineludible hipótesis el que aluda a García Lorca, teniendo en cuenta el entramado de relaciones entre los tres, y el amor insatisfecho de Lorca hacia Dalí. Pero también la alegoría del burro putrefacto, era ya toda una declaración de intenciones. Somos la renovación de las letras, pero también lo somos de las relaciones humanas, todos somos amigos. La Vanguardia del 27 era la revolución de la sonrisa de aquella señora con un pecho descubierto.
En L’Amic de les Arts de noviembre de 1927 publicó Dalí una prosa, “Mi amiga y la playa”, en la que aparecen manos cortadas y un ojo cortado por un bisturí, y que lleva como cita inicial “La miel es más dulce que la sangre”, título del célebre cuadro que Dalí pintó ese año, y que alude a la inclinación amorosa de Lorca hacia él. Se ha sugerido incluso la posibilidad de que, en la oposición que plantea el título de ese cuadro, “la miel” designe a Lorca y “la sangre” a Buñuel, partiendo del enfrentamiento entre ambos en términos personales y de poética. La razón es que en la reseña de Un perro en La Gaceta Literaria de junio de 1929 por Eugenio Montes, se señala que el film se oponía a la lírica con “drama y tradición”,¿la de Lorca y similares, que Dalí y Buñuel consideraban putrefacta?, y que en el nuevo espíritu superrealista de Dalí la comparación del título de 1927 se había invertido, y ahora era la sangre más dulce que la miel.
Todo terminó en un plato de alubias, o en las Hurdes tierra sin pan. Todo se acabó, cuando estalló la pólvora, cuando explotaron otros solares. Alberti marchó a Francia, y después a Italia, Cernuda murió a sí mismo en México, provincia dónde habite el olvido. Lorca murió por maricón. Dalí huyó a Nueva York, pero sobre todo a Gala y después, a su cordura de atar. Don Luis Buñuel exploró el lúmpen con lamparones de un México a la derecha de dios. Así nos lo quiso hacer ver Pepín en su Ola. Así versaban los saludos frecuentemente infrecuentes de las cartas que recibía de los putrefactos. ¿Ha muerto la vida de la Generación del 27? Olé.