Obama tiene un sueño
El 28 de agosto de 1963, Martin Luther King pronunció su famoso discurso He tenido un sueño ante el Lincoln Memorial durante la histórica Marcha sobre Washington. Con el sueño de Luther King no sólo cambió la opinión pública americana, sino la comunicació
La Voz de Salamanca (Javier García Pedraz) / El 28 de agosto de 1963, Martin Luther King pronunció su famoso discurso He tenido un sueño ante el Lincoln Memorial durante la histórica Marcha sobre Washington. Con el sueño de Luther King no sólo cambió la opinión pública americana, sino la comunicación política de una sociedad cada vez más consumidora de propaganda.
Casi cuarenta y cinco años después, paradojas del sueño americano, un negro se presentará a las elecciones presidenciales de los Estados Unidos. La novedad no es que un negro sea candidato a la presidencia, sino que, a pesar de la evidente desigualdad racial en la aplicación de derechos civiles, un negro puede gobernar el país. Los afroamericanos ya no entran por la puerta trasera de las casas de los blancos, pero muchos siguen sufriendo las consecuencias del prejuicio, continúan siendo encarcelados sin garantías judiciales y siguen viviendo en guetos.
La igualdad de derechos llegó con Kennedy, pero todavía no ha nacido una generación de norteamericanos que conozca la igualdad racial. Para la mayoría de los negros norteamericanos, la Universidad sigue siendo cosa de blancos y la asistencia sanitaria digna un propósito inalcanzable.
Norteamérica se vuelve a mover después de treinta años de estancamiento social. Parece que el ciudadano americano, ese tonto simpático que a los ojos del europeo nada parece entender, retoma la iniciativa política que partió de Kennedy y que el propio modelo de Estado americano se encargó de congelar.
Pero aquí, en Europa, hemos querido enterarnos de lo justo. No hay más que ver la tozudez con que nuestros medios y sus analistas han tratado las primarias demócratas, poniendo en tela de juicio la posibilidad de que un negro pueda ganar unas elecciones en EEUU. Lo es cierto que estas primarias han devuelto a una ciudadanía americana el debate político y el proyecto de cambio social que había desaparecido hacía décadas. El americano de hoy dispone de ideas que discutir y por fin puede salir de esa histeria colectiva antimusulmana que parecía cronificarse. Estas primarias demócratas han sido una sorpresa por la gran carga ideológica y la calidad política con que se ha debatido la desigualdad racial en una América que parecía estancada en su mísero modelo de convivencia que maniata a toda minoría.
Por último, lo más sorprendente del caso es la manera en que los medios españoles han analizando este proceso. Los intereses e inquietudes de la sociedad americana se han dinamizado. La escala de prioridades del electorado se está invirtiendo y ahora se ensalza la figura del idealista que, sin nada a favor, se muestra ambicioso por la una sed de justicia social. Pero nuestros torpones medios de comunicación centran sus opiniones en lo que nadie en América cuestiona: la fachada del candidato.
Incluso el hecho de que el contenido del discurso de los candidatos haya dado un vuelco no ha sido motivo de reflexión. Ahora los candidatos se refieren a términos como “paz mundial” o “sostenibilidad”, cuando tan sólo cuatro años antes las palabras “Al Qaeda” o “seguridad nacional” eran las más pronunciadas. De esta forma, ha quedado patente la rigidez reflexiva con que tantos editoriales se han aventurado a pronosticar el fracaso de Obama, defendiendo que el racismo latente de los electores le llevará a la derrota. Estos sesgos perceptivos dicen mucho de una Europa que se identifica cada vez mejor con la América de Bush. ¡Como si aquí presentasen candidatos gitanos!
Si Obama llega a la Casa Blanca se enfrentará al desafío de alcanzar la igualdad de derechos, pero esta vez tendrá que labrarla en las calles. Obama tendrá que dar respuesta a los millones de inmigrantes ilegales latinos que viven sin derechos, a esos presos (mayormente negros y latinos) que sin un juicio con garantías cumplen condena en cárceles abominables, a las numerosísimas víctimas de agresiones racistas que la justicia no quiere ver y a un delicadísimo puzzle internacional en el que EEUU es la pieza más desestabilizante. Pero, sea como fuere, Obama ya ha devuelto la ideología a una opinión pública embotada que vivía en la jaula de grillos del pensamiento único.
En fin, que el hecho de que EEUU pueda tener un candidato negro no es casualidad, sino futuro. Obama no sólo es un candidato negro: es la señal de que Norteamérica está despertando de la pesadilla del control mediático, que sus ciudadanos están retomando el derecho a elegir dejando de lado el chantaje del miedo hacia Islam y que la sociedad civil se ideologiza.
Clinton lo tenía todo para alcanzar la Casa Blanca: disponía de amplia experiencia, de mucha más dialéctica, de un gran plan de campaña con muchísimos recursos, tanto humanos como económicos, y de un prestigio internacional sin precedentes.
Pero Obama tiene un sueño.