Hugo y Javier
Hugo fue elegido democráticamente por su pueblo en más de seis elecciones y referéndum revocatorios, obteniendo siempre mayoría absoluta. Javier fue designado por un grupo de gobernantes nacionales para ocupar un cargo de gran poder político sin posibilid
La Voz de Salamanca (José A. Andrés) / Hugo fue elegido democráticamente por su pueblo en más de seis elecciones y referéndum revocatorios, obteniendo siempre mayoría absoluta. Javier fue designado por un grupo de gobernantes nacionales para ocupar un cargo de gran poder político sin posibilidad de revocación por parte de los ciudadanos que representa.
Los amigos de Javier defienden que un inmigrante pueda ser encerrado durante 18 meses en un campo de internamiento sin que pese sobre él ninguna acusación. Aprueban sin el más mínimo rubor que ningún juez pueda tener capacidad de veto sobre esa decisión administrativa.
A Hugo todo esto le parece aborrecible y decide que el petróleo de su país no sea vendido a los países que cometan semejantes atrocidades. A Javier la medida de Hugo le merece el calificativo de desproporcionada.
Javier, como Alto Representante de la UE, apoya en cambio las sanciones económicas contra Palestina que impulsan los gobiernos de Israel y EEUU. En Gaza la población tiene dificultad para el acceso a alimentos, medicinas, se producen cortes de suministros de agua y electricidad y ni siquiera los hospitales pueden atender a sus pacientes. Pero para Javier esto no es más que una sanción adecuada y por tanto totalmente proporcionada, contra una población que ha votado libre, democrática, pacíficamente y bajo la supervisión de la propia UE, a un partido que está dispuesto a defender los derechos de sus ciudadanos oponiéndose a los acuerdos vergonzosos firmados por sus corruptos predecesores.
Tanto Hugo como Javier participaron en el pasado en golpes de estado contra gobiernos autoritarios y genocidas que mantenían ciertas apariencias democráticas. Uno fracasó y el otro triunfó en su intentona. Hugo se sublevó contra el gobierno de su propio país, Venezuela, un gobierno que impedía el derecho el voto efectivo a la mayoría de la población (cosa que el propio Hugo rectificaría años más tarde) y que había asesinado pocos años antes de manera cruel a miles de personas que protestaban en Caracas pidiendo unas condiciones de vida más dignas (unos acontecimientos que fueron posteriormente conocidos como “el Caracazo”). Javier, como Secretario General de la OTAN, esa organización contra la que luchaba en su juventud, apoyó la invasión, destrucción, saqueo y partición de la Yugoslavia de Milosevic.
Hugo consiguió evitar el derramamiento inútil de sangre. Su intentona se saldó con 14 muertos, todos ellos militares y la mayoría de su bando. Hugo se rindió para no prolongar una contienda civil, pidió disculpas a la población y fue a la cárcel durante una buena temporada. Javier tuvo más éxito. Su golpe, que era tan ilegal, al no contar con el apoyo de la ONU, como el que años más tarde intentaran algunos de sus amigos y compañeros de partido contra Irak, costó a los ciudadanos de Yugoslavia millones y millones en infraestructuras y, lo que es peor, la vida de miles y miles de sus compatriotas. Javier siguió apoyando invasiones militares como la de Afganistán. Hugo no ha vuelto a usar las armas para conseguir sus objetivos políticos, si exceptuamos las operaciones tácticas que siguieron al golpe de estado que en 2002 algunos amigos de Javier dieron contra Hugo.
Javier y sus amigos consideran positivo que se pueda reformar el orden legal y constitucional por el que se rige la vida de sus ciudadanos sin necesidad de consultarles. Es más, opinan que ante un pueblo ignorante, que puede votar negativamente a unas reformas que ellos creen tan necesarias como beneficiosas, supone un riesgo la realización de consultas. Además, cuando los ciudadanos del único país al que se permitió votar la reforma dicen que no, a los dirigentes de la UE, entre los que se encuentra nuestro Javier, les parece correcto que se pueda seguir adelante y continuar ratificando la susodicha reforma legal.
Hugo en cambio somete las reformas constitucionales a referéndum. Y cuando su pueblo expresa su desacuerdo en las urnas de forma mayoritaria acepta el resultado y promete que hará cambios y ajustes en su política. Cuando los europeos que pueden dicen no a las reformas legales propuestas, sus dirigentes deciden devolverles al siglo XIX y obligarles a trabajar hasta un máximo de 65 horas a la semana.
Hugo, por su valiente oposición a las medidas represivas que la UE contra personas de otra nacionalidad y su defensa de los derechos humanos más elementales, tal vez merecería ser condecorado con el premio Nobel de la Paz. Javier, colaborador necesario en saqueos, destrucciones, muertes y hambrunas que han costado miles de vidas en todo el mundo, tal vez debería sentarse en un banquillo en La Haya (eso sí, con la acusación formal, supervisión judicial y posibilidad de fianza que sus amigos niegan a los inmigrantes que no han cometido ningún presunto delito).