Fue hace cinco años
Recuerdo dos noches de 2003. No había llegado aún la primavera y millones de personas abarrotamos las calles de medio mundo para impedir con nuestra única fuerza, la voz, que los ejércitos del maldito trío de las Azores invadieran Iraq sin más ley que la
La Voz de Salamanca (Javier Pueyo) / Recuerdo dos noches de 2003. No había llegado aún la primavera y millones de personas abarrotamos las calles de medio mundo para impedir con nuestra única fuerza, la voz, que los ejércitos del maldito trío de las Azores invadieran Iraq sin más ley que la de los B-52. En Madrid aguantamos hasta la madrugada entre gritos, rabia, temores, esperanzas y golpes de la policía (te recuerdo, Ansuátegui). La primavera llegó unos días más tarde. De luto. Bush compareció ante las cámaras cuando aquí casi todos dormían: la guerra comenzaba.
Hoy, cinco años después, nadie ha pedido perdón. ¿Conservan en la memoria la imagen de los diputados de la derecha riendo a carcajadas en las vísperas de la masacre? ¿Se acuerdan de Ana Palacio anunciando rebajas en el precio de la gasolina y al hermano de George W. Bush prometiendo grandes beneficios para la República de España? Aznar dice que se tomó la decisión correcta, que volvería a actuar de igual modo. Cientos de miles de seres humanos no opinarían así de seguir vivos.
En aquel invierno tardío fuimos capaces de reconocernos entre la multitud mientras escuchábamos a Dulce Chacón en la Puerta del Sol. Todo parecía posible: parar una guerra, acabar con un gobierno, construir una realidad más justa. Millones de ciudadanos -militares, cantantes, intelectuales, oficinistas, putas, taxistas, amas de casa, estudiantes, obreros, parados- gritaban por la paz y soñaban con otro mundo. Era posible. En algún momento lo fue.