¿Es más una lección o una amenaza?
El pasado 2 de Mayo, José María Ridao escribía un artículo para El País que tenía por nombre “La efeméride permanente”. En este artículo, se plantea si las conmemoraciones de carácter histórico sirven como una forma de superar el pasado o como una forma d
La Voz de Salamanca (Alfonso Manjón) / El pasado 2 de Mayo, José María Ridao escribía un artículo para El País que tenía por nombre “La efeméride permanente”. En este artículo, se plantea si las conmemoraciones de carácter histórico sirven como una forma de superar el pasado o como una forma de buscar en él pretextos y justificaciones de signo político por parte de ciertos grupos con intereses muy particulares. De esta manera argumenta, defiende y/o reprocha lo siguiente:
1. Opina que parece un tanto burdo tener que andar buscando incesantemente cada año la conmemoración de cualquier fecha que pueda hacerse aniversario de algún hecho histórico en el pasado. Y bien puede parecer así, pero en verdad resulta, en mi opinión, una excusa muy conveniente, una forma bastante apropiada de fomentar el conocimiento del pasado en la ciudadanía que acude a este tipo de celebraciones públicas con intenciones de conocer, no ya sólo la historia de su nación, sino también la cultura de su país (cuadros pictóricos, etc).
2. Ante este parecer, argumenta que, en contra del viejo precepto usado por los historiadores, en “apariencia bien cargado de sentido”, de que “quien no recuerda el pasado está condenado a repetirlo”, muchos de los hechos históricos que se vienen conmemorando han servido a veces, no para pensar ese pasado y de esta manera buscar fórmulas de superación para no incurrir en los errores de él derivados, sino para utilizarlas con fines políticos de muy diversa disposición. De manera que afirma: “[…] buena parte de las catástrofes del siglo XX, desde la Primera Guerra Mundial a la tragedia de Yugoslavia, no han sido resultado del olvido, sino de la embriaguez colectiva provocada por la evocación oficial de gestas patrióticas mejor o peor contadas”. Entonces, el recuerdo de la historia algunas veces no serviría como lección para cicatrizar las heridas del pasado o aprender de los errores cometidos, sino como una amenaza. Y sin duda la historia lamentablemente ha demostrado lo que Ridao afirma (un ejemplo es el franquismo), pero no debiera verse predominantemente el recuerdo de la historia como la oportunidad de que ciertos grupos políticos reivindiquen ciertas formas de gobierno, sino como una forma de educar a la ciudadanía en valores democráticos y de mostrarle la historia y la cultura nacional.
3. También sostiene que muchas de estas conmemoraciones consisten en el recuerdo de unos hechos históricos -“gestas patrióticas”- que muchas veces se cuentan mal. Y al final sirven como una “asfixiante publicidad que se confunde con la propaganda, al servicio de la celebración del pasado”. Y, por tanto, “los aniversarios, centenarios, bicentenarios y tantas otras fechas consagradas a la exaltación del pasado están consagrando, no ya un nuevo almanaque patriótico, sino un nuevo santoral”. Desde luego, no cabe duda de que cualquier tipo de conmemoración histórica, sirve como agente de nacionalización del pueblo representado, el cual ha de tomar conciencia de los hechos que han contribuido a la formación de la nación en que viven de cara a ligar en mayor medida la vida futura en común. Y muchas veces se dan a ciertos hechos no sólo una importancia desmedida y unos valores de exagerada significación, sino también una mala interpretación o una definición imprecisa. Pero bueno, para eso está, en el supuesto de darse una fidelidad a la verdad histórica por parte de las administraciones públicas, el apoyo y el desarrollo de la investigación histórica por parte de la historiografía.
4. Y por último, y en este sentido, dice que la mejor forma de que las autoridades públicas contribuyan al recuerdo y al debate serio de la significación de estos hechos que se conmemoran, es la de subvencionar con fondos públicos la dotación de material didáctico a la red de bibliotecas españolas para conseguir que los ciudadanos puedan comprender mejor ese tipo de fenómenos y de esta forma forjen su libertad de pensar los hechos arreglo a las necesidades que puedan plantearse. En definitiva, educar y dotar de medios a la ciudadanía para formar su conciencia histórica con arreglo al pasado nacional de su país. Sin duda, el desarrollo de ciertas investigaciones dentro del campo de la historia contribuyen al conocimiento más o menos fidedigno de la realidad pasada, y realmente es en el mundo historiográfico en quien recae la responsabilidad mayor de la difusión del conocimiento histórico con arreglo a los descubrimientos historiográficos que se van dando con el tiempo, pero no debe obviarse que la ciudadanía ha de conocer su pasado por habérsele concedido la oportunidad de indagar en él y estudiarlo a través de esa dotación y disposición de medios a su alcance.