Dictadura de Conciencia
Hace unos días, en concreto el 8 de Septiembre, comenzaron como todos los años las fiestas patronales de la ciudad de Salamanca, dedicadas a la Virgen de la Vega. Como es habitual, la corporación local se dirigió en procesión solemne a la catedral donde t
La Voz de Salamanca (Daniel Toda, María del Pilar Castán) / Hace unos días, en concreto el 8 de Septiembre, comenzaron como todos los años las fiestas patronales de la ciudad de Salamanca, dedicadas a la Virgen de la Vega. Como es habitual, la corporación local se dirigió en procesión solemne a la catedral donde tuvo lugar una misa celebrada por el obispo de la diócesis. En el transcurso de la ceremonia religiosa, todavía dentro de la catedral, el Sr. Julián Lanzarote, en su calidad de Alcalde, dirigió públicamente unas palabras a la patrona en nombre de la ciudad, expresándose en los siguientes términos: “a los salmantinos nos gusta que nuestra vida se haya hecho a imagen y semejanza del creador”; “…que nos permita alcanzar todas nuestras mentas. Te lo pide (a la Virgen) con ilusión toda la ciudad, que desde hace mil años te está venerando”; “Le pido a la Virgen el consuelo que da rezar, no el de los minutos de silencio que nos traen los laicistas sólo para llenar telediarios”. Además, se declaró “católico ferviente”. Después de estas frases, y otras más de contenido político referidas a la Ley de Dependencia y al aborto, pidió al Gobierno “respeto hacia la Iglesia”, y añadió que “ningún Gobierno debería decidir qué religión debemos profesar, sino que, al contrario, deberían proteger el derecho y la libertad de culto de los ciudadanos”.
El señor Lanzarote y su corporación han infringido ya en otras ocasiones disposiciones legales, como atestiguan distintas sentencias del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León. Sin embargo, en esta ocasión ha transgredido la Constitución española, que en su artículo 16.3 proclama un principio de laicidad, así reconocido por el Tribunal Constitucional, que prohíbe a un alcalde en el ejercicio de su función expresar una preferencia tan clara por una confesión y poner a toda la ciudad, independientemente de las creencias individuales, bajo la advocación de un ser divino. Pensamos que es también una ofensa para los católicos el dar un discurso político dentro de una catedral y en el contexto de un acto religioso al que, por el dicho principio de laicidad, ningún concejal debería acudir en su condición pública. Por último, lamentamos la falta de reacción de los concejales del Partido Socialista, que permanecieron escuchando el discurso y no han protestado.