Un día con Llamazares
El de ayer es uno de esos días para no olvidar. Claro que, esta frase es lo suficientemente ambigua como para significar dos cosas totalmente opuestas. La primera interpretación nos hablaría de un día lleno de experiencias positivas, de buenas lecciones a
La Voz de Salamanca (Jesús Santos) / Supongo que lo políticamente correcto, lo que todos esperáis que diga, es que me refiero a lo primero y no a lo segundo. Pues lo siento pero tengo que confesar que cuando digo que “el de ayer fue uno de esos días para no olvidar”, me refiero a ambas interpretaciones.
Y en mi peculiar relato lo primero le sigue a lo segundo, lo negativo a lo positivo, y así ocurrió que no bien hubo roto el alba, me dispuse a comenzar el día, me levanté, me acicalé un poquito más que de costumbre , me encaminé a casa de Asun para bajar a Salamanca a recibir a Gaspar y a los representantes de la Unión General de Trabajadores, Comisiones Obreras y de la Federación de Vecinos de Salamanca.
Todos muy puntuales, y así comenzamos la jornada con una reunión muy interesante y fructífera donde los sindicatos y los representantes vecinales nos expusieron su punto de vista sobre la situación de Salamanca y provincia, donde intercambiamos opiniones, y reflexionamos en torno a lo que nuestra ciudad y nuestra provincia necesitan. No puedo hablar por los demás, pero por lo que a mí respecta, tengo que decir que aprendí mucho de las aportaciones de todos y cada uno de los asistentes: el día, no podía empezar mejor, mis fantasmas se iban desvaneciendo con la luz de un día luminoso.
Emprendimos después el paseo hacia la facultad, acompañados por un numeroso grupo de afiliados y simpatizantes que esperaban a Gaspar a la salida de la reunión: hasta el tiempo acompañaba, regalándonos una mañana soleada y templada, que dio para bromas sobre el famoso primo de Rajoy y el cambio climático. Algunos bromearon con la posibilidad de que Lanzarote nos pusiera una multa por manifestación no solicitada, ya que a medida que la comitiva avanzaba por la calle Cervantes, esta había alcanzado tales proporciones que muy bien podría considerarse algo más que un paseo mañanero por el barrio antiguo de Salamanca.
Y por fin llegó el plato fuerte: entramos a un salón de actos de Geografía e Historia abarrotado de afiliados, simpatizantes y público en general, que irrumpió en una calurosa ovación, con banderas de Izquierda Unida sobre fondos rojos y verdes. Y mientras nos dirigíamos a la mesa me pareció reconocer de un solo vistazo a todos y cada uno de los asistentes, y tuve que hacer un cierto esfuerzo para vencer la emoción y evitarles a todos el lamentable espectáculo de un candidato llorón.
Si cierro los ojos, creo que ahora mismo podría recitar los nombres de la mayoría de los presentes, no lo haré por no aburriros y por temor a olvidarme de alguien, pero si os diré que me emocionó muy especialmente ver a un viejo amigo, de los tiempos del PCE y del barrio Garrido, de la época en que editábamos y distribuíamos el Mundo Obrero clandestinamente, un poco más mayor que entonces y acompañado de su hijo, estudiante de Historia; y profesores de universidad que antaño fueron compañeros de célula cuando eran estudiantes o a lo más PNN’s; y gentes que han trabajado para la izquierda en Santa Marta, como concejales o responsables políticos y a pesar de los pesares siguen apoyándonos; y compañeros del trabajo muy queridos y familiares que me sufren a diario.
La conferencia de Llamazares no defraudó las expectativas: explicó con claridad una serie de aspectos del programa de IU, y nos desgranó sus ideas sobre unos impuestos progresivos donde paguen más los que más tienen, denunció la escandalosa situación de los impuestos en la ciudad de Salamanca, paradigma de lo que es la verdadera política del PP en esta materia, y tampoco dejó de criticar las ofertas electorales del PSOE en asuntos tributarios.
La escuela y la sanidad pública fueron bien defendidas por Gaspar, con propuestas concretas y denuncias de situaciones extremas que están en la mente de todos. Y el respetable subrayó con aplausos calurosos todas y cada una de sus propuestas.
Y terminamos como se suele por estas tierras, con una comida entrañable de afiliados y amigos con Gaspar y José María en el barrio de Buenos Aires, todo a pedir de boca, nunca mejor dicho, desde la comida, excelente y a buen precio para estos tiempos de crisis que corren, hasta la convivencia relajada y amable que puso el mejor broche de oro que pudiera uno imaginarse.
Gaspar se fue a los postres entre gritos de presidente, con el deseo de que se repita la visita y dejándonos a todos la impresión de que habíamos pasado juntos un día de esos que no se olvidan.