Cuba tiene una oportunidad
La retirada de Fidel, durante tantos años símbolo de la resistencia y la revolución, no es una buena noticia -aunque pudiera parecerlo- para quienes desean ver en La Habana una triste sucursal de Washington, pero tampoco tiene necesariamente que serlo par
La Voz de Salamanca (Javier Pueyo) / La retirada de Fidel, durante tantos años símbolo de la resistencia y la revolución, no es una buena noticia -aunque pudiera parecerlo- para quienes desean ver en La Habana una triste sucursal de Washington, pero tampoco tiene necesariamente que serlo para aquellos que se oponen a cualquier cambio en la isla. El adiós de Fidel es, por encima de todo, una oportunidad para los cubanos.
Cuba, durante las últimas décadas, ha demostrado que un país pobre y aislado puede aventajar a gran parte de Occidente en el respeto de algunos derechos humanos: los económicos, sociales y culturales. El bloqueo de Estados Unidos no ha impedido a Cuba situar sus indicadores de desarrollo humano en posiciones comparativamente admirables, ni garantizar el acceso a servicios básicos, educativos, sanitarios y de vivienda a la totalidad de su población.
Pero quienes se conformen con estos logros se conforman con poco. Las deficiencias en materia de derechos civiles y políticos son demasiado graves como para mirar hacia otro lado. Avanzar en la apertura social y política de la isla sin renunciar a un modelo económico al servicio de los ciudadanos sería, probablemente, el hito más importante en la reciente historia de Cuba. Constituiría, por un lado, la demostración -en forma de golpe a la Administración de Estados Unidos- de que otros sistemas socioeconómicos son posibles y deseables; y evidenciaría, por otra parte, algo que aún hoy muchos se niegan a admitir: que la libertad no es enemiga de la igualdad ni bandera exclusiva de quienes aspiran a desestabilizar la isla, sino condición necesaria para que la igualdad sea real.
Es casi imposible adivinar qué sucederá. No ya por la presión de los sectores más inmovilistas del interior, que parecen perder fuerza, sino por la extrema dificultad que entraña dar pasos de calado cuando para el vecino del norte todo vale si se trata de convertir Cuba en el burdel caribeño que nunca debió dejar de ser.