Cuando los principios cuestan dinero …
A diferencia de lo que ocurre en las ciudades, el medio rural sigue sin articular un sistema correcto de reciclaje. La mayor de las veces por una insuficiencia de recursos económicos para llevarlo a cabo, o por una política de ahorro, justificada o no, de
La Voz de Salamanca (Alfonso Manjón) / A diferencia de lo que ocurre en las ciudades, el medio rural sigue sin articular un sistema correcto de reciclaje. La mayor de las veces por una insuficiencia de recursos económicos para llevarlo a cabo, o por una política de ahorro, justificada o no, del gasto municipal en la materia. La creación por algunas corporaciones de Puntos Limpios para el reciclaje de residuos puede llegar a suplir, siempre de manera limitada e incompleta, el servicio de recogida de basura depositada en diferentes contenedores según su uso. Pero, hasta ahí, la cara del asunto. La cruz viene cuando esos Puntos Limpios no ofrecen los servicios que deberían ofrecer. Y pongo un ejemplo.
A priori, todos estos Puntos Limpios han de reservar un espacio para el desecho de pequeñas cantidades de escombro procedentes de hogares donde, por ejemplo, se está haciendo una pequeña reforma. Sea el albañil quien deposita esos escombros, o el mismo dueño que contrata los servicios del albañil quien lo haga por él. Porque para eso está pagando una licencia de obra. No obstante, muchas localidades no permiten que los cascotes recogidos de esas obras sean depositados en tales puntos de reciclado. Sea un saco o quince los que estamos dejando. Pienso que es lógico que las grandes obras de construcción contraten servicios de contenedor a empresas privadas que, directamente, llevan esos escombros a vertederos de residuos inertes o escombreras controladas por el ente público. Pero lo que no es lógico es que las pequeñas obras, casi siempre en manos del pequeño autónomo, contraten tales servicios para obras de poca monta. Y, al final, ¿cuál es la solución? La solución acaba siendo una. Que ante el “alto” costo de contratar uno de esos contenedores para una obra donde el presupuesto dado al cliente es de poco valor, y ante la imposibilidad de deshacerse de esos escombros en puntos de reciclado -ni con el pago de una pequeña cantidad de dinero según el servicio prestado ni a través del control del vertido de escombros por una báscula de peso que ponga límites y condicionamientos arreglo día y empresa-, el albañil, muy en contra de sus principios, acaba depositando esos restos bien en un contenedor -para ir a parar con el resto de residuos orgánicos, lo cual es harto lamentable-, bien en mitad del monte, dañando el ecosistema y su imagen.
¿De quién es la culpa entonces?. ¿De quién es la irresponsabilidad mayor?. ¿Del albañil que daña directamente el ecosistema por falta de medios?. ¿O del Ayuntamiento que no tiene dinero o que no está dispuesto a gastárselo en contratar a los agentes autorizados en trasladar esos residuos a sus respectivos vertederos porque tiene otros objetivos que cubrir? Miren. Yo entiendo que para un municipio castellano-leonés, acostumbrado a no desarrollar un programa de reciclaje adecuado por falta de subvenciones de la Junta -como ocurre, por ejemplo, en la Comunidad de Madrid o en Cataluña-, las cargas que supone este tipo de políticas sean realmente gravosas y difíciles de desarrollar. Mucho más aún para pueblos de escasos habitantes. Pero, opino, lo más lamentable no es que estas corporaciones municipales no desarrollen estos programas. Sino que no los puedan desarrollar. Porque es lamentable que la Junta no cree y sostenga un programa de ayudas destinado a un fin tan laudable como es la recogida de este tipo de residuos para su reaprovechamiento y posterior reutilización. Y al final todo queda en la mala conciencia del ciudadano. Por no poder tirar sus plásticos al contenedor amarillo, y por no poder tirar su escombro en su Punto Limpio. Porque aunque estemos bien concienciados sobre la importancia de separar los residuos, cuando los principios cuestan dinero …