¿Se crece en busca del pasado?
¿Es el pasado un vademécum para enmendar errores o una forma más de autorretratarnos? - Sañudo pelícano
La Voz de Salamanca (Alfonso Manjón) / ¿Es el pasado un vademécum para enmendar errores o una forma más de autorretratarnos?
Así reza uno de los versos de Luis García Montero en su libro Habitaciones separadas. Pero, ¿es verdad que se crece en busca del pasado?.
Francamente, no lo sé. Pero es verdad que muchas veces nos pasamos la vida entera mirándonos en ese espejo viejo que nos dice menos de lo que queremos y más de lo que creemos . Nos miramos taciturnos en ese espejo apolillado que nos dice quiénes somos, de dónde venimos, a qué puerto arribamos o qué rumbos seguimos. Dónde tropezamos justo antes de volvernos en pie.
A menudo ese espejo nos da el retrato que buscamos de nosotros mismos, porque miramos el pasado buscando en él el corrector de nuestros desvaríos, el dogal de nuestros delirios, la sobriedad de nuestra ebriedad. O quizá lo contrario. Según la ocasión.
Él es la llave de nuestros deseos, pero también el pedal de nuestra sensatez. Él es la fuente de la que bebe nuestra personalidad, nuestra forma de entender la cotidianeidad de los días y de ver el mundo desde una óptica muy personal. Es el motor que ha hilvanado los hilos de nuestro futuro mientras respirar se nos ha antojado un lujo transitorio -Sabina dixit- que no entiende de fronteras.
A veces no somos capaces de olvidar las huellas que dejan nuestros pasos en el tiempo, lo que hemos vivido cuando la vida estaba llena de vida, lo que atrás dejamos cuando el viento sopló para otro lado y nos ahogamos en charcos liliputienses.
En cambio, creemos que la vida nos muestra algo porque ya tropezamos en el camino, pero seguimos tropezando una y otra vez sin aprender lo que nunca nos enseñaron. Y pienso que debo aprender a mirarme más detenidamente en ese espejo. Sin complejos. Sin heridas. Sin antojos. Con cicatrices.
Porque si no es así ese espejo nos miente y no nos enseña cómo somos porque nos miramos en él queriendo ver al que nunca hemos sido y quisiéramos ser. Porque nos miramos en él desde el más angustioso de los abismos interiores. Y volvemos a los desvanes más remotos de la memoria para hallar en los hechos pasados proezas que nunca fueron tales pero que dan el sentido íntimo de la vida individual cuando nuestros ojos se empeñar en ver tan sólo lo que quieren ver. No más.
¿Buscamos entonces consuelo o buscamos razón?, ¿buscamos refugio o buscamos consejo?. Nuestra vida ha de ser el hilo conductor de un pretérito imperfecto a un futuro perfecto. Del yo hice al yo haré.
Así aprendemos a enmendar los errores que la vida nos hizo cometer cuando no sabíamos cómo responder a cada reto, a cada lance, a cada situación. Cuando no entendíamos, cuando no previmos nada, cuando hube de pensar que en esos espejos
aprendo que la vida
tiene menos que ver con los principios
que con la dignidad de los finales.