La ciencia y la vida

Residencia Mamá Margarita, Béjar

Redacción i-bejar.com
Septiembre 16, 2008

Ayer fue mi cumpleaños (23 ya… vaya cosas tiene la vida) y, como en todos los cumpleaños, hubo de todo: llamadas esperadas, llamadas inesperadas, llamadas añoradas que no llegan hasta la última hora y algún que otro mensaje (con lo fríos que son).

La Voz de Salamanca (Domingo Benito) / Ayer fue mi cumpleaños (23 ya… vaya cosas tiene la vida) y, como en todos los cumpleaños, hubo de todo: llamadas esperadas, llamadas inesperadas, llamadas añoradas que no llegan hasta la última hora y algún que otro mensaje (con lo fríos que son). Pero lo que más me gustó del día fue la lectura de un libro que me regalaron el día anterior. Lo leí prácticamente de seguido por la sencilla razón de que no podía despegarme de él.

Como decía, el libro es un diálogo entre ambos titulado La Ciencia y la Vida y que trata precisamente de eso: de la ciencia, de la vida, de la ciencia de la vida, de la vida de la ciencia y de la vida en la ciencia (supongo que se entenderá).

Estos dos sabios se proponen analizar juntos algunos aspectos de la salud en el entorno de la sociedad actual. No sólo de la salud del individuo sino también de la salud de la propia sociedad. No en vano, mientras Fuster (uno de los más importantes cardiólogos a nivel internacional) le recuerda a Sampedro (su paciente en el año 1995) los síntomas y el desarrollo de un infarto de miocardio, el escritor hace un símil que describre claramente el devenir de la sociedad occidental: Occidente camina hacia un Infarto Social.

Ciertamente, la sociedad en la que vivimos no parece viajar en la dirección adecuada. Desde el punto de vista económico, estamos asistiendo a unos momentos verdaderamente preocupantes a nivel internacional: un sistema productivo que no tiene en cuenta el medio en el que se encuentra y que terminará por sobrecargar al planeta desajustando al propio sistema, en vez de intentar establecer prácticas que permitan la sostenibilidad de nuestra relación con el entorno; unas relaciones comerciales en las que siempre (absolutamente siempre) salen perdiendo los más débiles en beneficio de los poderosos; un juego económico en el que los bancos (y en España también las inmobiliarias) tienen siempre todas las cartas puesto que, ante la amenaza de quiebra, somos los ciudadanos de a pie los que, a través de las instituciones públicas, les sacamos del apuro (como ha ocurrido con el BCE y la FED al «inyectar» dinero en entidades privadas o como el anuncio de Zapatero de «ayudar» al sector de la construcción con aportaciones públicas).

Pero en el marco de la propia persona la cosa se vuelve más turbia incluso puesto que estamos expuestos a una cultura consumista que no mide a las personas por su valor intrínseco sino por su capacidad de consumir. Este hecho aliena a los individuos ante las Grandes Superficies, sustituye el contacto personal por uno en el que se nos obliga a elegir un intermediario virtual y hace que los niños crezcan en un entorno excesivamente individualista, sin una socialización plena y siendo educados en los valores de competencia, individualismo, jerarquía, meritocracia… etc.

Sin duda las reflexiones que hay en este libro no son nuevas (al menos en lo que a la esencia se refiere) pero están tratadas desde un enfoque que me parece doblemente interesante e importante: la propia salud humana y las implicaciones que tienen para la misma el conjunto de factores que acabo de describir.

Es una lectura interesante y amena que dará que pensar. Hablando de pensar, es absolutamente imprescindible no perder detalle de una anécdota que José Luis Sampedro cuenta sobre un aspirante a funcionario que le recriminó: «me ha hecho usted pensar».

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