Choque de poetas
"Cansados de ventilar sus diferencias estéticas a través de oscuros folletines insultantes o alusiones veladas en medio de un recital, los poetas deciden enfrentarse en un combate cara a cara. Una guerra sin cuartel donde la palabra, por fin, no jugará ni
La Voz de Salamanca (Diana Eguía, José J. de Vega) / "Cansados de ventilar sus diferencias estéticas a través de oscuros folletines insultantes o alusiones veladas en medio de un recital, los poetas deciden enfrentarse en un combate cara a cara. Una guerra sin cuartel donde la palabra, por fin, no jugará ningún papel", decía el tríptico que a modo de manifiesto fue entregado a los asistentes el pasado viernes 25 de enero en la sala de arte contemporaneo "El Gallo".
Cuatro poetas (Gonzalo Escarpa, Victor Pérez, Ben Clark y David Moreno) se enfundaban los guantes por primera vez en sus vidas. Su intención era la de poner en juicio los apolillados círculos poéticos al tiempo que ejercían una crítica paródica contra aquellos poetas que, acomodados en un panorama cultural hace tiempo estancado, ayudan y potencian el inmovilismo y la autofagia del "stablishment" cultural.
A partir de las diez y cuarto, el numeroso público que abarrotaba el sótano fue haciendo pasillo a los cuatro amateurs, que divididos en dos combates según su peso y pertrechados con las protecciones de cara y manos, se fueron embebiendo en un ambiente irrespirable para colocarse acompañados por sus respectivos "coaches" en las esquinas de una loneta de artes marciales. Excepto ring, ningún elemento faltó en la película que allí se montaron. Un "speaker" un poco soso anunció a los rivales y una ligera muchacha presentó los asaltos y el estado de las apuestas, que gestionaban desde una mesa dos tipos con el sombrero de ala calado. Un momento antes de que sonase la campaña, los que aún se preguntaban en voz alta: "¿Pero de verdad se van a pegar?", quedaron rápidamente contestados cuando vieron a dos figuras desfogarse y, a veces, golpearse. Un minuto necesitó uno de los poetas para ver lo que allí pasaba y tirar la toalla, aunque la mayoría no llegamos a enterarnos de casi nada. En el segundo de los combates, que enfrentaba a los dos más grandes (al menos en tamaño) de los cuatro, se repartió más leña y durante más tiempo. Con seguridad en la Sala de Arte Contemporaneo "El Gallo" no se vió ni arte ni deporte, y probablemente tampoco boxeo. Con las cosas más claras, un tercio del público fue abandonando el local. Durante tres asaltos de dos minutos, los restantes, los morbosos, jalearon a dos jóvenes que se golpearon sin técnica ni normas. Al final uno de los poetas (qué más dá cúal) se llevó una victoria trabajada desde el primer minuto, cuando arreó un manotazo que dejó grogui al contrario.
"El que la obra de arte no sólo nos guste, sino que nos eleve, entraña, evidentemente, que no sólo suscita deleite, sino también desagrado", dice Hans Gadamer, Catedrático alemán de estética, en una reflexión sobre las poéticas vanguardistas que buscan en "lo feo", "lo grotesco", "lo destructivo", etc. un impulso artístico que se imponga sobre la sociedad burguesa. Los poetas intentaron reaccionar el pasado viernes contra varios elementos propios de la tradicional manera de entender el arte como la individualidad de su recepción, el papel del artista, la idea de originalidad y genio o el propio concepto poético. La velada se introduce en un debate ya clásico de la historia del arte sobre el papel que este debe jugar en la sociedad. Al final de su vida Heidegger, en una entrevista concedida al diario "Spiegel" en 1996, se pregunta con preocupación por el lugar actual del arte. No cabe duda de que los poetas implicados comparten con el pensador la misma duda, a pesar de que el filósofo hubiera visto con horror estos combates de boxeo amateur, puesto que juzgaba obligación del arte orientar y educar al hombre, algo difícilmente aplicable en la pasada velada. Por otro lado, si tenemos en cuenta la actitud estética de Adorno, para quien la obra de arte no es más que un producto social destinado a enfrentarse abiertamente contra la misma sociedad de la que nace, con el fin de escapar del servilismo y constituirse así en "auténtica"; entonces podemos estar más que de acuerdo con el Primer Campeonato de Poetas Pesados, ¿Qué mayor enfrentamiento y desafío a la sociedad que la batalla física? Ahora son los espectadores del acto los encargados de decidir si hubo materialización de la crítica inicial y si, además, estos combates pueden ser considerados una obra de arte.
Al margen de discusiones, no podemos quedarnos en consideraciones abstractas sobre el evento. Existe una realidad que es necesario no olvidar, la realidad de una pelea absolutamente ilegal, sin médico, sin ring, sin equipo apropiado, en un espacio insalubre carente de la ventilación apropiada, de salida de emergencia, de extintor y de cualquier tipo de medida de seguridad; no apto para el número de personas que allí se congregaron y con menores de edad asistiendo al combate. Se obviaron todas las reglas en un ambiente donde cualquier profesional de los deportes de contacto se hubiera sentido ofendido mientras que algunos aspectos negativos de estas veladas fueron fielmente reproducidos, como su alto grado sexista.
El debate está servido (y queremos saber vuestra opinión).