A black man is going towards the White House
Se acabaron las primarias, y ahora empiezan las presidenciales. Mientras en el Partido Republicano la candidatura vencedora se atisbó con rapidez, en el Partido Demócrata, las primarias han supuesto un derroche no sólo de dinero, sino también de descalifi
La Voz de Salamanca (Alfonso Manjón) / Se acabaron las primarias, y ahora empiezan las presidenciales. Mientras en el Partido Republicano la candidatura vencedora se atisbó con rapidez, en el Partido Demócrata, las primarias han supuesto un derroche no sólo de dinero, sino también de descalificaciones que ahora tocan su fin.
Parece claro que el burrito demócrata está y ha estado destinado a llevar en sus lomos no sólo el cambio americano, sino también y muy especialmente, la imagen del cambio en Norteamérica.
EEUU da la impresión de que necesita un salto. Cambiar de rumbo. También lo parecía en 2004 cuando la candidatura de John Kerry se tornaba la alternativa perfecta a la mala administración Bush y a los males nacionales que se le achacaban, y sin embargo se dio la fatal paradoja de que el de Texas se hacía de nuevo con las presidenciales. Pero no. Ahora no es lo mismo. Y no es lo mismo por la sencilla razón de que ninguno de los dos futuros candidatos a la Casa Blanca quiere identificarse con el proyecto de éste, y ambos -tanto McCain como Obama- se presentan como la más apropiada alternativa de cambio. Ambos con diferente programa, claro. Y el programa son los ciudadanos quienes lo refutan con su voto.
También el Partido Demócrata ha apostado por el cambio de imagen en la política norteamericana. Los dos claros favoritos en estas primarias han sido una mujer de incuestionable popularidad y esposa de un reciente ex-presidente, y un mestizo de tez oscura que encarna la conciliación racial en un país ciertamente xenófobo donde la población afroamericana representa el 12% del total. En este sentido, permítanme que recuerde lo que pesa el simbolismo en política. Y más en Estados Unidos. Porque no sólo se ha discutido la veteranía de Hillary frente a la inexperiencia y la juventud de Obama, ni la imagen de ruptura que éste encarna frente al continuismo que pudiera representar la senadora respecto de la vieja política americana. No. Es que a veces se ha hecho de dos personas dos banderas. De dos políticos, dos iconos. El del feminismo y el de la lucha contra el racismo.
No llego a imaginar cuánto podrá pesar este factor en noviembre frente al septuagenario McCain, cómplice de más del 90% de las políticas de sir George. Pero lo que está claro es que Obama, rompiendo con bastantes convencionalismos políticos para llegar a candidato y demostrando con su trayectoria vital que el sueño americano es posible, con su brillante retórica y su oratoria carismática, ha sabido insuflar un espíritu de renovación, de juventud y de cambio que difícilmente puede pasar desapercibido. Falta que concrete y determine algo más las directrices de su programa, y que exprese fielmente cómo pueden conjugarse la fortaleza de ese nuevo cambio con la flexibilidad de la política que defiende. Pero hasta el momento parece romper con el estereotipo tradicional de candidato a presidente, y ya veremos si los norteamericanos, tan dados a los nuevos experimentos, están por la labor de apoyar un proyecto realmente bienintencionado e innovador pero de rumbo incierto hasta la fecha.
Para conseguir la presidencia, Obama tiene la esperanza de que después de los vaivenes y desencuentros vividos en las primarias, el electorado demócrata le confíe su voto frente a McCain, porque en su opinión, “por encima de todas las etiquetas y falsas divisiones, los estadounidenses somos un pueblo decente, generoso y compasivo, unido por grandes desafíos y grandes esperanzas comunes” que lleven al cambio que EEUU necesita. Un “cambio para asumir que las amenazas que hoy sufrimos no requieren sólo de poder militar, sino del poder de nuestra diplomacia… Cambio para construir una economía que no premie sólo a los ricos… Para conseguir seguro de salud para todas las personas que lo deseen… Para acabar con nuestra adicción al petróleo de los dictadores… Para invertir en un futuro de energía limpia… ¡Ése es el cambio que necesitamos!”.
Pero en este camino el apoyo de Hillary se torna decisivo. Primero, porque Clinton ha tenido la confianza de ciertos sectores que no darían a priori su apoyo al recién nombrado candidato si ésta no va en las listas, y de ciertos Estados que a la postre se vuelven decisivos en las elecciones finales -como California, Texas, Nueva York o Florida-. Y segundo, porque entre el electorado de Obama hay sectores que no aceptan la inclusión de ésta por contravenir con el compromiso de cambio que el de Honolulu promueve. En realidad, es difícil que después de meses tirándose los trastos a la cabeza formen un dream ticket o candidatura conjunta y que esta formación resulte primero, compatible, y después, creíble. Pero también buena parte del electorado de Hillary ha manifestado que la derrota de ésta no determina la intención de voto tendente al Partido Demócrata aunque sea Barack el candidato electo. Y hasta la misma Hillary ha expresado públicamente su apoyo incondicional a Obama, para que todos los demócratas lo voten y lo apoyen como le han apoyado a ella. Porque el voto dispensado en las primarias a Hillary ha de ir ahora a manos de Obama en opinión de la senadora, ya que él también representa “el sueño americano [que ha inspirado] a muchos hombres y mujeres” para creer que se pueden cambiar las cosas esta vez. Por esa razón, Hillary en su discurso final ha dicho rotundamente y para que lo escuchen todos los votantes demócratas lo que EEUU debería clamar a finales de este año: “Sí, podemos”.