Años 30

Residencia Mamá Margarita, Béjar

Redacción i-bejar.com
Febrero 13, 2008

En defensa de la sociedad multicultural: el derecho a ser diferente. - Gerundio de Pensar

La Voz de Salamanca (Javier García Pedraz) / Günter Grass, premio nobel de literatura, reconoció haber formado parte de la milicia nazi. El célebre escritor nos sorprendió a todos con esta confesión, escrita en sus memorias con un profundo sentimiento de vergüenza y desazón. El valiente intelectual comprometido con la libertad y los derechos humanos que hemos conocido, ingresó con apenas quince años en las Juventudes Hitlerianas.

Lejos de lo que se suele decir, las personas pueden subscribirse en pleno uso de razón a una ideología irracional totalitaria. La historia demuestra que la semilla de la barbarie humana no se siembra en la ausencia de razón, sino en la proyección de un miedo desproporcionado e injustificado hacia un colectivo. El fruto será la deshumanizante sinrazón que dará vía libre a la barbarie. El miedo, al igual que a las liebres, paraliza la consciencia humana y produce una reacción adaptativamente precipitada que anula la reflexión: es el peor enemigo de una sociedad y su más despiadado verdugo.

El miedo nos hace vulnerables. Y hoy volvemos a ser testigos de ello.

Aznar ya advirtió en su día que “el multiculturalismo ha sido un tremendo error” que “divide y debilita a las sociedades”. Es difícil pensar cómo una persona que arremete contra la multiculturalidad se atrevió a gobernar un país tan rico y diverso culturalmente como España.

De nuevo, hoy, me preocupa que podamos tener un presidente del gobierno que vea trabajadores no cualificados cuando mire un cayuco saturado de desesperación. La inmigración no es un problema social que se arregle con leyes absurdas, pues, mucho antes que eso, es un doloroso drama humano.

La regularización de inmigrantes ha garantizado que éstos tengan derechos y deberes, que puedan ser ciudadanos, contribuir al desarrollo económico y al sistema público.

En la ilegalidad, en la clandestinidad, estos inmigrantes eran presa fácil de mafias, generalmente vinculadas al negocio de la construcción, las mismas que tanto se han lucrado gracias a la política de inmigración del PP, la política del currante sin derechos ni ciudadanía. Detrás de la especulación inmobiliaria no sólo había corrupción: también había esclavitud. Abramos los ojos: sólo de esta forma se explica que aquel gobierno que negó los derechos civiles a los inmigrantes se atreva ahora a exigir leyes xenófobas propias de la Europa de entreguerras.

En estas últimas semanas hemos sido espectadores atónitos de dos estrategias complementarias: anunciar la desaceleración de la economía como una crisis apocalíptica, y, a la vez, proyectar un miedo irracional contra el colectivo social más débil. ¿Les suena?

Una famosa cita del célebre ideólogo nazi Joseph Goebbels, repetida hoy en día con profusión, es la de "Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad".

Y la mentira del miedo al inmigrante la repite Rajoy mil y una vez cuando, de forma sorprendente e insensata, amenaza con imponer a los inmigrantes las costumbres españolas. Por supuesto, este mensaje no es ni superfluo ni carente de contenido, como dijo Zapatero; es, por el contrario, intencionadamente xenófobo y por él aflora la perversa idea de que el “recién llegado” es peligroso. El truco es viejo: data de los años 30.

Cuando alguien se erige en defensor de las costumbres españolas no sólo dice que las defiende, sino también que éstas están siendo atacadas. Da por sentado dos premisas alarmistas y falsas: la primera, que los inmigrantes no respetan nuestras costumbres. La segunda, que los inmigrantes tienen la intención explícita y consciente de no integrarse.

La política de des-integración del PP es curiosa: primero niega la regularización del inmigrante trabajador, negándole sus derechos civiles, pero después tiene la desvergüenza de imponerle por ley una identidad cultural. Esto cada vez huele más a años 30.

La alarma social existe y está justificada, no porque haya “enormes problemas de integración cultural”, como dice Arias Cañete, sino porque la derecha ha vuelto a sacar el machete. La alarma la inventa Rajoy cuando amenazada la integración social y los derechos de la comunidad inmigrante con su candidatura a la presidencia del gobierno.

Probablemente, Rajoy no vaya en el metro con inmigrantes, ni probablemente se pregunte dónde viven, ni se preguntará cuántos llegan a dormir en un mismo colchón o en un mismo cuarto. Rajoy sabe el número de delitos, pero no sabe cuántos inmigrantes están en la calle con frío y trabajando clandestinamente.

Y, ya que estamos “cañís”, pregunto yo, ¿qué sabrá Rajoy de costumbres españolas? Una costumbre española es no sentir miedo por el diferente, así como el derecho a una vivienda digna, a una sanidad universal, a una educación que no distinga entre extranjeros y autóctonos, a unos derechos y libertades civiles intocables, a vivir en familia y a vivir en libertad. No hay más costumbre española que el aprecio por la diferencia, la hospitalidad y la solidaridad, y quienes así lo vivimos no sentimos miedo. No hay nada más español que la diversidad: el respeto al diferente.

Günter Grass, con el coraje de su inestimable honestidad, recordó: “[…] durante años me negué a reconocer la palabra y la doble letra. Lo que acepté con el torpe orgullo de mis años juveniles, lo callé después de la guerra por vergüenza creciente”.

Leámoslo antes de tener que vivirlo.

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