La PDBB denuncia el estado de ruina del invernadero de El Bosque

Residencia Mamá Margarita, Béjar

Redacción i-bejar.com
Agosto 11, 2015

La Plataforma por la defensa de El Bosque de Béjar ha denunciado públicamente el estado ruinoso de este elemento, que considera debe ser restaurado.

Invernadero de El Bosque

En un bosque rehabilitado la función de un invernadero es muy importante para mantener a punto un jardín realmente atractivo y acorde con el BIC.

Con su cristalera casi perdida, la estructura de hierro oxidada o deformada y el interior en un estado lamentable, el invernadero de El Bosque ofrece la peor imagen desde que fue instalado  tardíamente y en el lugar más inoportuno. Desde la Plataforma se pide su recuperación funcional en un emplazamiento menos problemático.

Se trata de una instalación indispensable para la aclimatación y protección invernal de plantas exóticas y para la reposición de las comunes, encajada malamente en un elemento viario de gran interés para la comprensión del conjunto aterrazado: la rampa lateral Norte, trazada en el siglo XVI entre la terraza inferior y la Huerta de los Bojes a través del Jardín Principal, interrumpida por el invernadero desde fecha indeterminada, pero, desde luego, relativamente reciente (FOTO 1).
En el plano de 1871, la mencionada rampa aparece expedita, sin ninguna estructura interpuesta que recuerde a un invernadero, lo que permite asegurar que su construcción fue posterior, aunque ya consta un “invernadero para flores” en la certificación del 8 de mayo de 1877 expedida por Nicomedes Martín Mateos (entonces registrador de la propiedad en Béjar) a favor del propietario de El Bosque, Cipriano Rodríguez Arias, para su nombramiento como senador.

Considerando las nulas cualidades artísticas de este invernadero, tan distintas de otras estructuras de hierro instaladas en El Bosque en la etapa decimonónica, no parece que su construcción se encargase a los mismos artesanos locales: formalmente no se parece en nada a las pérgolas y cenadores próximos (como el que fue objeto de nuestra última foto denuncia) o al templete neomorisco de la isla, fechado en 1896. Tampoco es comparable a otras estructuras similares, muy comunes en la arquitectura doméstica burguesa realizada en Béjar a finales del siglo XIX o principios del XX, como las galerías acristaladas meridionales y los elaborados miradores de forja que adornan la Calle Mayor y otras aledañas, tan populares entre aquella “aristocracia de fabricantes” (Madoz dixit) cuya cabeza visible y mayor contribuyente era el propio D. Cipriano. Si el tosco invernadero conservado es el que se instaló entre 1871 y 1877, parece que el acaudalado industrial habría cedido al mero pragmatismo, renunciando a una estructura más artística como las que por entonces estaban de moda en los jardines capitalinos, aún teniendo a su alcance la excelente y barata mano de obra local. No obstante, también cabe pensar en una ampliación o sustitución posterior al fallecimiento de D. Cipriano, tal vez encargada durante el período de su hija Manuela Rodríguez Arias (1895-1919) o incluso más tarde, en los años de su nieta María Rodríguez Rodríguez-Arias (1919-1948), aunque anterior a 1943, fecha del croquis dibujado por Anselmo Arenillas previo a la declaración de El Bosque como Jardín Histórico Nacional en 1946, donde aparece rotulado el invernadero en su localización actual.

En cualquier caso, como queda dicho, la instalación no sólo presenta un estado deplorable en cuanto a carpintería de hierro, pérdida de casi toda la cristalera o tejado tóxico de uralita (FOTO 2, de febrero de 2015), sino que interrumpe groseramente el trazado renacentista del sistema de terrazas, impidiendo la circulación completa entre ellas y, por tanto, privando al público de parte de su composición original, un valor cuya recuperación debería ser prioritaria y que, además, facilitaría el acceso de personas con dificultades motrices o de los propios jardineros cuando necesiten desplazar herramientas o materiales mediante carretilla. En el Plan Director de El Bosque (2000) se valora el invernadero como “estufa” y se propugna su conservación, aunque supeditada a un estudio de viabilidad “Para analizar la estructura (…), y valorar así su mantenimiento” (PD, Vol. V, p. 47). Ciertamente, la Carta de Florencia y la legislación aplicable al caso defienden el respeto por la aportación de cada época en la evolución de un Jardín Histórico, criterio que se ha seguido en la restauración del templete de la isla, pero no con el desaparecido cenador de hierro de la Huerta de los Bojes y otros elementos de notable interés. Consideramos que la aportación histórica de esta estufa o invernadero es muy escasa en comparación con la recuperación del trazado renacentista de la villa, lo que no implica la desaparición de su estructura acristalada ni la renuncia a su funcionalidad (tan necesaria), pues es perfectamente posible desmontarla, restaurarla y montarla de nuevo en el cercano Prado Chiquero con la misma o parecida orientación Sur, operación que proponemos desde esta Plataforma y solicitamos al Órgano Competente.