El NoTeSalves acoge la muestra "Acoples" de Javier García Riobó

Residencia Mamá Margarita, Béjar

Redacción i-bejar.com
Marzo 19, 2012

La muestra puede visitarse desde ayer en el Contenedor de Arte NoTeSalves de Béjar

Cartel exposición García Riobó, BéjarManuel Casadiego / Ayer, sábado 17 de Marzo, se inaguró en Notesalves Contenedor de Arte de Béjar, la muestra "Acoples", del artista Bejarano, residente en Valladolid, Javier García Riobó. Esta exposición se podrá visitar durante un mes. Con anterioridad ha estado expuesta en Valladolid y, para comprender mejor de lo que trata y de cómo ha sido realizada, a continuación publicamos la reseña y entrevista hecha a Javier García Riobó que Pedro Ojeda Escudero, profesor de Literatura de la Universidad de Burgos escribió sobre esta interesantísima muestra. Merece ser visitada, pensada y disfrutada con calma.

El cartel de la exposición ha sido confeccionado por ANA DE VICENTE.

ACOPLES
La mirada penetrante

Pedro Ojeda Escudero

Acoples es una profunda reflexión sobre la situación actual del ser humano. Se trata de un conjunto de imágenes extraídas de la prensa periódica en papel trasformadas, a partir de un tratamiento artístico digital, en un objeto diferente, mucho más hondo, dotado de un nuevo significado que potencia el original hasta llevarlo a límites no esperados. Estas imágenes, inicialmente pensadas para ser consumidas y olvidadas en el día como ilustración de una noticia, son el objeto de la mirada y la labor minuciosa del artista, que consigue salvarlas de ese destino fugaz para convertirlas en una poderosa arma de meditación sobre nuestro mundo.

Las imágenes son trasformadas en el trabajo artístico a partir de la fragmentación, superposición y variación del tema de partida para profundizar en su condición metafórica de la situación histórica actual. Se consigue con ello un ritmo visual subrayado no solo en cada imagen sino en la sucesión de las mismas agrupadas por motivos e intensificado en el inteligente diálogo que se establece en la exposición entre la contemplación de las imágenes expuestas de forma estática y su dinamismo en la presentación en el marco digital en movimiento.

Este ritmo visual lo es también temporal e ideológico: su persistencia permite la producción de un mensaje crítico sobre la orientación de una sociedad gobernada por el consumismo, la disolución tanto del grupo humano como del individuo y el impacto de la civilización actual. Visto con la mirada de Javier García Riobó, el mundo se ha trasformado en un paraje desolado, en el que se ha roto el contacto con la naturaleza y se ha provocado una radical incomunicación y soledad. Por eso, los seres humanos vagan desorientados y los más desfavorecidos son víctimas de un tiempo histórico que se ha equivocado en los valores fundamentales. No hay futuro porque el presente lo ha destruido.

Un intento de comprender el mundo

El mundo se ha hecho incomprensible visto desde la óptica y el pensamiento occidental. La historia lo ha cargado de tantas perspectivas y significados posibles que el ser humano o se encuentra desorientado ante él o se anestesia para no pensarlo; o vive la tragedia de la destrucción a la que ha sometido al planeta nuestra especie o participa del consumismo que lo ha llevado a un punto próximo al de no retorno que lo hará inviable como espacio para los sueños que generó la historia a partir de la Ilustración; o lanza un grito de alarma o participa en la rapiña. El grito de alarma puede ser esperanzado o desesperanzado, pero brota inevitablemente de las conciencias más lúcidas.

De tal manera es así que lo que creemos conocer del mundo no es más que una apariencia que nos llega a través de los medios de comunicación puesto que hasta la naturaleza la hemos convertido en un parque temático en la que vivir experiencias de fin de semana más o menos controladas y sometidas a pólizas de seguro. Pero los medios de comunicación, convertidos inevitablemente en empresas que deben tener resultados contables satisfactorios para sus dueños cuando no están al servicio de grandes poderes económicos locales o internacionales que buscan una eficacia más peligrosa que la económica, han simplificado nuestra mirada al mundo: se mueven por intereses y modas, sacudidas circunstanciales sin una opción de verdadera profundidad. Casi siempre se tiene la percepción de que las noticias son una parte más de los espacios publicitarios que las financian.

De ahí la importancia de la mirada penetrante del artista que siente la necesidad de comprender el mundo. Javier García Riobó parte de una conciencia desesperanzada: no hay salvación posible para una sociedad basada en la destrucción de la individualidad y de su relación directa con el otro y con su entorno medioambiental, que trata al ser humano como un objeto más, que lo convierte en consumidor y acumulador de cosas que no necesita realmente y que lo apartan, en realidad, de sí mismo para general en él necesidades irrelevantes. El problema es que la salvación individual también se ha convertido en imposible. Esta es la carga que provoca la desorientación del individuo en la actualidad, su refugio en elementos de distracción que lo aíslan del mundo y que, en paradoja evidente, lo incomunican cuando más parecen comunicarlo con sus semejantes.

Para revelarnos esta idea, García Riobó trabaja con la prensa periódica en papel. En un juego irónico e inteligente, que participa de la polémica vivida en la última década sobre el futuro del periódico en el formato tradicional, traslada lo analógico al mundo digital y reconstruye las imágenes fragmentándolas y superponiéndolas. Ya no es la misma imagen: el ritmo –que es temporal y plástico, a la vez- las ha trasformado en algo nuevo y más lúcido. Por una parte, se ha alterado el significado original, en apariencia muy evidente y sencillo de comprender; por otra, se ha evidenciado todo el juego polisémico que escondía tanto al extraerlas del contexto físico en el que fueron publicadas como al subrayar la nueva mirada con la repetición y fragmentación de la imagen primera para construir otra que, al mismo tiempo, es y no es la misma.

Cada imagen ha sido salvada por Javier García Riobó de la condición temporal a la que había sido destinada para universalizarla gracias a la mirada del artista: son metáforas de nuestro mundo, de una sociedad que nos oculta la realidad haciéndola tan sencilla de comprender que la falsifica. De esta manera, el artista logra ir hacia la realidad a través de un mensaje que nos alejaba de ella, que nos convertía en meros observadores de una simplificación que nos había trasformado en consumidores porque solo se pretendía despertar las emociones más directas. El artista, en cambio, opta por el camino inverso: destruir la emoción sencilla para trasladarnos a la reflexión intelectual, remontarnos a los espectadores hacia una conciencia que se nos había adormecido.

El naufragio

El ser humano ha naufragado en la historia. Son significativas, en Acoples, las imágenes que lo tratan como una parte más de una masa sin pensamiento –ordenada como en los desfiles, despreocupadamente desorganizada en los momentos festivos, desordenada como en los colectivos desfavorecidos- o que fragmentan el cuerpo humano hasta hacerlo un caos irreconocible en el que solo pueden distinguirse ojos o manos que claman porque alguien –el receptor, si se siente apelado por ese grito- un significado a su propia historia individual o histórica. Son significativas porque lo sitúan en el mismo nivel que otros objetos que se acumulan en otras imágenes con las que dialogan: productos para el consumo o los desechos de una sociedad que solo parece generar bolsas de basura.

Hay un espacio personal en el que se refugia el autor: su propia vivencia. De ahí las referencias cinematográficas o la apelación a la memoria –individual o histórica- como identidad necesaria sin la cual todo se vuelve inexplicable y hostil. También las imágenes que claman por un regreso a la naturaleza. Pero todo esto se vive como nostalgia, como refugio interior porque ya no existe –recordemos que García Riobó trabaja con miradas interpuestas en este proyecto, que no hay posibilidad de volver en realidad al mundo porque este ya no existe al ser destruido por la sociedad occidental y la carga conceptual de un pensamiento cultural que se ha alejado cada vez más del significado primero y del contacto con el objeto-, ni siquiera el artista tiene otra salvación que la mirada reflexiva, el pensamiento que lo lleva a la conciencia lúcida del naufragio.

Porque eso es el ser humano en la historia actual: un náufrago de su propia historia. De ahí que nos impacten tanto, en Acoples, las imágenes tratadas por García Riobó en el que los protagonistas son las víctimas. Víctimas individuales, como las personas aisladas de su entorno con elementos tecnológicos que los vuelven solitarios, víctimas del consumismo o de las dependencias de todo tipo –la mujer joven cuya imagen repetida se introduce en su propio seno-, pero sobre todo colectivas: inmigrantes acumulados, muertos en nuestras playas, fatigados de un viaje sin verdadero destino.

Y al final, el mundo se reduce a una barca a la deriva sin seres humanos en la que alguien ha plantado dos árboles. Una esperanza desoladora.

La voz del autor.
Entrevista a Javier García Riobó

Pedro Ojeda.- El título de la exposición, Acoples, es, a la vez, una razón técnica y una filosofía en la mirada sobre el mundo actual. ¿En qué consiste?

Javier García.- Hace referencia al último paso del trabajo para que la imagen contenga todas las capas que he ido superponiendo. También hace referencia a los acoples que se producen cuando dos instrumentos o una voz con un instrumento se molestan y se produce un ruido que es muy molesto, como el que reflejan las imágenes. También hace referencia a lo que me niego, que es acoplarme en esta sociedad tan cruel.

PO.- El trabajo a partir de las imágenes publicadas en la prensa periódica tiene una fuerte carga de actualidad, de denuncia de una situación concreta que, en su origen, ilustraba una noticia o una campaña publicitaria, pero a la vez consigues que algo que está destinado a ser consumido y olvidado en el día trascienda a esta condición y adquiera una carga permanente, un significado atemporal y universal. Hay en esto toda una meditación sobre nuestro mundo, en el que hasta la mayor tragedia está encaminada al olvido al poco tiempo por la acumulación de información, y una de las funciones del arte, la de subrayar lo que está más allá de una primera impresión.

JG.- Una de las estrategias de esta sociedad es el bombardeo continuo de imágenes y sonidos para que todo sea una sopa y no se distinga nada, un run run sin fin. Hay que pararse y saber filtrar, arrancar de ese fluido hipnótico esas imágenes, esos sonidos, esas palabras y hacer que sean individuales, que tengan valor como iconos y que reflejen su carga irónica y de verdad. Darles la vuelta y que sean el revés de lo que eran. Puro yin y yang en definitiva. Al observarlas entran dentro y pasan a formar parte de tu experiencia.

PO.- La deconstrucción de la imagen de partida, el intertexto de tu trabajo, y su nueva disposición fragmentada, con superposiciones y bucles, le dota de un ritmo que no tenía. ¿Qué importancia tiene este ritmo visual para ti?

JG.- Eso es, ritmo; es un juego que se transforma en poema con su ritmo, su medida. Hecho para que se sienta en su visión, en su lectura. Ya no es una imagen, es una composición visual, un acople. Es mejor para lograr el despertar de sensaciones y sentimientos.

PO.- En tu obra hay una fuerte carga de crítica a la sociedad actual, una denuncia que desvela que el ser humano ha roto con el mundo. A consecuencia de ello, parece estar condenado a vagar sin destino puesto que parece haber perdido el hogar que le permitía el contacto sereno con un entorno natural.

JG.- Me considero un resistente, no me creo nada y pienso siempre lo peor. El consumismo es muy listo y hay que estar muy atento y muy crítico. La sociedad está muy lejos de sus valores primigenios que daban sentido a su existencia. Hoy sólo existe el poder y no queda nada de la convivencia con el entorno, con la naturaleza. Esta todo perdido y ya no hay vuelta atrás.

PO.- Todo esto trasmite un gran desasosiego, la tristeza de un mundo perdido que parece no podamos recuperar nunca. Es significativo que lo subrayes a partir de un medio tan tecnológico como la prensa o el contraste con lo digital.
JG.- La prensa era un medio para comunicarse con los semejantes, hoy es reflejo del poder y herramienta de la publicidad para el consumismo. Intento reflejar que con los medios fríos de la tecnología como el ordenador y utilizando el medio de poder por excelencia que es la prensa se puede construir la respuesta y clamar ante esa situación, se logra un discurso crítico y lleno de poesía.

PO.- Los mismos seres humanos de las imágenes son personas sin hogar, abocados a la gran tragedia cotidiana de la supervivencia, no siempre posible, y estas sensaciones las consigues fragmentando los cuerpos, los gestos, las miradas. Todos ellos parecen condenados a la soledad, la desmemoria, excepto tu trabajo a partir de un grupo muy primitivo, que parece marchar cohesionado, con la esperanza de reinventar el mundo, si eso fuera posible.

JG.- Todo estÁ perdido. Queda nuestro interior y ser resistente. Refleja un poco la tragedia que se antepone al fin, después no hay nada, solo consumismo y no-lugares, no-ciudades, no-seres humanos….Será detritus de una época pretérita de la sociedad. No se puede reinventar la sociedad solo enterrarla y llorar.

PO.- Por último, indicas con tu trabajo una de las raíces del mal de la sociedad actual: el exceso de consumismo, de acumulación. Todo ello, curiosamente, da finalmente una sensación de ruina agobiante que anula al mismo que lo consume. Frente a esta huella agresiva del ser humano, la más frágil, la de las huellas de pies en la arena.

JG.- Dentro de esta ruina hay señales de poesía, de arte, de esperanza. Algo que escapa al control y que puede ser utilizado como defensa, como defensa propia diría. Munición para el alma, una munición muy sutil que hay que saber mirar y captar. En esa labor, la ruina pasa de largo, eres una isla que se salva.

PO.- Finalmente, qué quisieras haber trasmitido al visitante de esta exposición. Cuál sería el objeto de tu mirada que quisieras haber trasmitido a la mirada del receptor.

JG.- Que salgan pensando en las imágenes, con sensaciones. Diciendo que no me había fijado en esas fotos y a partir de hoy me fijaré y las entresacaré de la sopa sin fin de la prensa.