"Mi Gran Deuda Griega"

Residencia Mamá Margarita, Béjar

Redacción i-bejar.com
Febrero 09, 2015

Artículo de opinión de José Muñoz Domínguez

José Muñoz Domínguez / Oigo en la tele que mi parte en la deuda griega, lo que ese bello país me debe como ciudadano español, es de unos 1000 euros –céntimo arriba, céntimo abajo–,  aunque desconozco lo que yo les debo por la enorme herencia cultural y política; si esa riqueza se pudiera cuantificar, seguro que mi deuda con Grecia asciende a mucho más, así que, ¿quién debe a quién? Por otra parte, no toda esa “gran” deuda griega es legítima y se debe perseguir a los verdaderos responsables hasta que paguen –esos sí– hasta el último céntimo: el pueblo, la gente, no tiene culpa de la indecencia de sus anteriores gobernantes.

Pero, puesto que se me asigna ese papel de acreedor, me considero con derecho a opinar sobre ello, e incluso a sugerir cómo quiero que se me devuelva lo prestado. Ya anticipo que no tengo noción alguna de economía (¡afortunadamente!), aunque creo que me sobra sensatez: todos hemos prestado cantidades semejantes –céntimo arriba, céntimo abajo– a un hermano o a un amigo que lo necesitaba, o nos lo han prestado a nosotros por idéntico motivo. Cuando mi hermano está en semejante situación y compruebo que le es imposible devolverme los 1000 euros, no quiero que viva miserablemente ni le pido que se haga el harakiri, sino tan sólo que modere ciertos gastos (no en el sustento ni en la calefacción, no en ropa o material escolar para sus hijos), que me entregue lo que pueda y, por supuesto, cuando pueda. Probablemente, al cabo de algún tiempo ni siquiera me acordaré de aquella deuda a medio cobrar, y tan amigos, tan hermanos. Pero también puedo ponérselo muy fácil recuperando lo prestado en forma de servicios: si mi hermano tiene un bar, pongamos por caso, y me hace un buen descuento en las consumiciones, podré recuperar poco a poco lo adeudado sin quebranto de lo mío y con estímulo de lo suyo, de su medio de vida.

Cuando era más ingenuo llegué a creer que la Unión Europea era algo así como una hermandad de naciones libres, unidas por los derechos sociales y la Democracia, ese invento griego que cada día pervierten y traicionan nuestros malos políticos. Si tal Liberté-Egalité-Fraternité fuera cosa cierta, el trato al hermano deudor (en este caso Grecia) podría seguir las mismas pautas que acabo de exponer con el ejemplo del hermano de sangre: simple cuestión de sensatez y, sobre todo, de humanidad. Es más, puesto que al parecer soy acreedor en esa miserable cantidad de 1000 euros, exijo que se trate a mis deudores de esa misma forma humanitaria: ¿de verdad no es posible dejar que los griegos paguen lo adeudado tan poco a poco, sine die, que no se les obligue a vivir en la miseria?, ¿de verdad no es posible olvidar alguna vez parte de lo prestado?, ¿de verdad no es posible dejar que nuestros hermanos griegos nos hagan buenos precios por disfrutar de sus playas, sus monumentos o su gastronomía como parte del reintegro de esa deuda? ¡Pues claro que se puede, frau Merkel!

Artículo de opinión de José Muñoz Dominguez

Temas: