"Sobre Bosques, venados y matanzas"
"En diciembre de 2003 los ciervos fueron reintroducidos en El Bosque de Béjar por capricho del entonces alcalde, el mismo personaje que, en un ejercicio de grave irresponsabilidad"
José Muñoz Domínguez / En junio de 1465 los Estúñiga bejaranos y otros nobles se sublevaron contra el rey Enrique IV de Castilla, al que destronaron en efigie, durante la llamada Farsa de Ávila, nombrando rey al infante Alfonso de Castilla, su hermanastro. Dos años después los mismos sublevados causaban una gran mortandad de ciervos en el Bosque de Segovia (Monte de Valsaín), donde el rey tenía una casa de campo y cazadero creados por su abuelo del mismo nombre. Según el cronista Alonso de Palencia, Enrique IV tuvo mayor disgusto por la muerte de sus ciervos que por la deslealtad de los rebeldes:
«Mayor pesar había recibido [el rey] cuando supo el estrago que en los ciervos del monte había hecho Don Alfonso matando muchos con su venablo y permitiendo a su comitiva que hiciese lo mismo. Más de cuarenta se cazaron aquel día, y hubieran pasado de este número, a no intervenir con sus súplicas los maestres de Santiago y de Alcántara para que no siguiera adelante la matanza» (1)
Por entonces, igual que este Bosque de Segovia, ya existía El Bosque de Béjar en nuestra ciudad, documentado con certeza durante la etapa señorial de Pedro de Estúñiga y Leiva, conde de Plasencia y señor de Béjar entre 1417 y 1453. Apenas dos años después de la matanza de los ciervos del rey, en la etapa de Álvaro de Estúñiga, la intrigante segunda esposa del conde, Leonor Pimentel y Zúñiga, organizaba en El Bosque de Béjar un encuentro con el II duque de Feria, Goméz Suárez de Figeroa, para promover alianzas políticas en las que afianzar su poder frente a la Corona.
Es probable que ya hubiera venados en El Bosque en aquellos primeros tiempos, aunque la primera referencia documental data de 1555, cuando consta la cría de gamos y ciervos en un pleito entre los vecinos pecheros de Béjar y Teresa de Zúñiga y Manrique, duquesa entre 1531 y 1565, que exigía a los bejaranos un tributo en cargas de castañas para sus animales. Este fue el único punto del litigio que se falló en su contra: recordemos que entonces la harina de castaña era un buen sustituto de la de trigo en zonas con escasa producción cerealista, sobre todo para la gente pobre que no podía disponer de otro producto. Los bejaranos protestaron así en el juicio:
«E porque el señor duque se ha entrometido a fundar en medio del Prado San Juaniego, un bosque para criar gamos y ciervos contra toda justicia y razon. E porque obliga a todos los vecinos a llevar tantas fanegas de castañas para sus gamos y ciervos contra toda justicia y razon […]. E porque ha distraido las aguas de la Garganta del Oso para su bosque contra toda justicia y razon» (2)
No se tiene noticia de la cría de venados en El Bosque hasta algún tiempo después, durante el ducado de Juan Manuel II (1686-1747), cuando se proponía la introducción de corzos y faisanes:
«Se a de formar un parque haziendo una estacada que corra desde la Puerta del Palomar hasta la Puerta de la Justa: y lebantar las tapias a medida tal que no se puedan salir los corzos y corzas que se an de poner allí; tambien se a de procurar traer faysanes de los que su Magestad tiene en sus Bosques» (3)
En diciembre de 2003 los ciervos fueron reintroducidos en El Bosque de Béjar por capricho del entonces alcalde, el mismo personaje que, en un ejercicio de grave irresponsabilidad incompatible con su desempeño como representante político –a pesar de los buenos consejos y requerimientos que se le hicieron públicamente desde la ciudadanía–, se negó a mantener los animales en condiciones de adecuado control sanitario frente a enfermedades como la sarna y problemas por sobrepoblación y consanguinidad, un asunto muy serio que le ha estallado entre las manos y que, junto a su valido, el concejal de urbanismo, han sido incapaces de resolver de otra forma que masacrando salvajemente a los pobres venados: 43 ejemplares sacrificados como los que causaron tanto pesar al rey Enrique. En enero pasado, alcalde y concejal cometían idéntica matanza, provocando la justa indignación de muchas personas amantes de los animales.
Los ciervos pueden tener cabida en El Bosque de Béjar en condiciones adecuadas de control de población, carga ganadera sobre el medio y garantías sanitarias (si bien el Plan Director toma preferencia por el ganado vacuno). En cambio, los políticos irresponsables y sanguinarios como Riñones y su valido deberían ser apartados cuanto antes de este lugar: carecen de conocimiento, sensibilidad y dignidad para preservar algo tan frágil y valioso.
Artículo de opinión escrito por José Muñoz Domínguez
NOTAS
1. Palencia, Alonso de, Crónica de Enrique IV, t. II, p. 109. (manejamos la edición de Antonio Paz y Meliá, Tipografía de la Revista de archivos, Madrid, 1905, t. II, p. 109).
2. Archivo Municipal de Béjar (AMB), l. E. 0005.16, Antecedentes del pleito entre la Duquesa de Béjar y el Ayuntamiento, sobre los derechos del Señorío jurisdiccional, 1555-1582 (tomamos la transcripción de Rodríguez López, Gabriel, y Agero Teixidor, Vicente, Contribución a la Historia de Béjar. Colección de estudios y documentos, Béjar, 1919, p. 94).
3. Archivo Histórico Nacional (AHN), Nobleza, Osuna, C. 258, D. 79, fol. 12r, Agenda del duque de Béjar (Juan Manuel II y otras personas, entre ellas el arbitrista bretón Emmanuel Jouin, o Manuel Jovín), fechada entre 1716 y 1724 por datos contextuales. Este interesante documento fue parcialmente transcrito y publicado por Muñoz García, Juan, «Proyectos de Don Juan Manuel II» (principalmente los referidos a El Bosque), Béjar en Madrid, nº 1091, del 30 de enero de 1943, p. 4.