¿Por qué no se puede visitar El Bosque por la Puerta de la Justa?

Después de una cuestionable intervención en la Alameda de El Bosque (véase nuestra foto denuncia nº 55) cuyo mayor beneficio era recuperar el acceso público por la Puerta de la Justa y el recorrido original renacentista, las administraciones titulares del BIC parecen incapaces de mantener las condiciones de apertura para las que se invirtieron miles de euros de nuestros impuestos, y todo por no aportar un poco más, apenas 4000 euros extra, en rematar la faena con un kiosco o caseta para resguardo de quien deba atender a los visitantes. El acceso por la Puerta de la Justa era una reivindicación del Grupo Cultural San Gil planteada a principios de este siglo, allá por el lejano año 2000; su propuesta de caseta o kiosco data de la misma fecha.

Puerta de la Justa cerrada al público, El Bosque de Béjar

Una de las mejores experiencias en la visita a El Bosque es adentrarse en sus prados y terrazas a través del eje viario –la Alameda– que se inicia en la Puerta de la Justa. Era el acceso dispuesto por los duques para sí mismos desde 1568 y la forma óptima para comprender la espacialidad y la composición de esta villa de recreo. Ahora que su propietario no es un aristócrata o un burgués adinerado, sino la ciudadanía contribuyente, no deberíamos permitir que nuestros administradores, Junta regional y Ayuntamiento, sigan obligándonos a acceder a nuestra villa por la puerta de servicio: ¿se imaginan al mayordomo impidiendo la entrada al duque por la puerta principal? Pues eso es exactamente lo que están haciendo nuestros modernos mayordomos ­­–políticos y técnicos– al mantener cerrada la Puerta de la Justa (fig. 1). Según parece, el motivo para condenar este acceso es bien prosaico: la persona encargada de abrir y cerrar, de atender también a los visitantes durante muchas horas, queda obligada a trabajar a la intemperie y sin disponer de un rinconcito decoroso donde hacer sus necesidades. Por dignidad y por derecho, debemos exigir que los trabajadores de El Bosque dispongan de condiciones adecuadas para el servicio público que cubren, aunque sin olvidar que el paso a la villa de recreo se debe hacer por su puerta principal.

Pero seamos constructivos y propositivos, a ver si esta vez es la buena y hacen caso de lo que conviene a este BIC, de acuerdo con sus valores tipológicos, históricos, paisajísticos, sensoriales y botánicos, en vez de recurrir a«paracaidistas» foráneos como los que han dejado El Bosque hecho unos zorros: esos mismos técnicos que parasitaron sobre el erario público para perpetrar los miserables arriates en torno al estanque (2009-2010), el jardincillo cutre al norte del Palacete (2017-2018), la huerta sembrada de chatarra (2021), la Alameda sin álamos, recrecida sobre sus vestigios (2022), o ese Jardín-ya-ex-Romántico con menos encanto que un parque de extrarradio (2023). 

La propuesta del Grupo Cultural San Gil de enero de 2000 (figs. 2 y 3) era muy somera y requería de mayor definición, pero marcaba algunas líneas que no deberían perderse: la ubicación del kiosco fuera de la cerca perimetral y junto a la Puerta de la Justa, sus discretas dimensiones, su material (madera pintada) y su inspiración clasicista acorde con el estilo dominante en el BIC tendrían que materializarse en la propuesta definitiva, para la que aportamos aquí un breve contexto y algunas ideas que ayuden a su concreción.

ESTRUCTURAS DE CARPINTERÍA EN LOS JARDINES DEL RENACIMIENTO Y EN EL BOSQUE DE BÉJAR

Las construcciones ligeras de carpintería, dispuestas longitudinalmente como paseos de sombra y túneles de verdor o bien con planta centralizada a modo de templetes o cenadores, son comunes a casi todas las etapas históricas del jardín, aunque especialmente representativas de la renacentista. Como mínima muestra de este tipo de estructuras cabe mencionar los ejemplos itálicos que en 1499 ilustraban el Sueño de Polifilo (figs. 4 y 5), los que exhibían varias villas mediceas (figs. 6 y 7) o la Villa d'Este en Tivoli (figs. 8 y 9); obras francesas como las grandes pérgolas del Château de Montargis (fig. 10); y españolas como las que promovió Felipe II entre 1562 y 1598 en La Fresneda, cerca de El Escorial, la propiedad real más parecida a El Bosque de Béjar (o viceversa). En aquella extensa heredad intervino el jerónimo Fray Marcos de Cardona para disponer emparrados, cenadores y largas calles con espalderas «donde se enredan rosales, ligustros, jazmines y mosquetas, y otros arbustos olorosos y de apacible vista, haciendo antepechos y paredes verdes de mil matices de colores», según lo describía poco después el padre Sigüenza (figs. 11 y 12); entre los emparrados destacaba el del Jardín de la Reina, con más de 400 pies de largo (unos 112 metros), coronado de trecho en trecho por«seis cupulitas con sus linternillas» y paneles de celosías entre postes de madera de castaño (fig. 13), una de tantas estructuras pintadas de verde montaña por Rodrigo de Holanda que se perdieron con el paso de los siglos.

En nuestra villa bejarana se documentan varias obras de este tipo, por desgracia no conservadas salvo en sus partes pétreas. Nos referimos al emparrado que rodeaba el estanque por sus paseaderos o deambulationes de levante, poniente y mediodía, armado sobre los pedestales con basas áticas que subsisten, dispuestos a intervalos regulares en sus pretiles, y que soportarían columnas de madera de orden dórico con las correspondientes carreras y vigas transversales (fig. 14); en medio de los tramos sur y este, el emparrado se acomodaría a los cenadores de la Fuente de los Ocho Caños y de la Exedra (fig. 15, conforme a una sugerencia de Consuelo Martínez-Correcher planteada hace treinta años), todo ello identificado en la descripción de Tomás de Lemos de 1679 como aquellas «calles, plaçuelas y çenadores cubiertos» que hermoseaban la propiedad ducal. Estructuras similares se documentan en las áreas de jardín en 1583, cuando varios peones se afanaban por «atar los rosales» a sus espalderas, y en los paseos convergentes que atravesaban las Huertas de Arriba, ciertas «calles que havia de zelosías antiguamente hasta la puerta que ba al Palomar», según el informe presentado hacia 1715-1724 por el arbitrista bretón Nöel Jouvin (Manuel Jovín), en estrecha coincidencia con las «calles costeadas contra las subidas de las huertas» que describía Lemos treinta o cuarenta años antes, y de las que todavía se conservan restos de pavimento en el Prado Alto (fig. 16). Pero la construcción de carpintería más elaborada, apenas conocida, fue el llamado«callejón del escritorio nuevo» que también se documenta en 1583: una estructura de madera de castaño con su guarnecido de tablas claveteadas (es decir, de celosías) en la que se emplearon numerosas cargas de madera aserrada en el monte, y que se instaló en el nuevo huerto o jardín anejo a la «pieça del escritorio nuebo» de la que recibía su nombre, la segunda y definitiva ampliación del Palacete por el este e igualmente desaparecida. 

Nuevas obras de carpintería con forma y función de emparrado, espaldera, cenador o galería constan en otras obras de recreo acometidas por el duque poco después, concretamente en la Heredad de los Picozos (hacia 1583-1585) y en la «Pedrera y mirador» del Palacio Ducal urbano (desde 1585), a cargo de los mismos artífices que las documentadas en El Bosque. Así pues, parece lícito y oportuno recurrir a este acreditado tipo de construcciones ligeras para dar forma al kiosco de la Puerta de la Justa, aunque de carácter menos abierto para mayor comodidad de los trabajadores.

NUESTRA PROPUESTA

Partiendo de la aportación inicial del Grupo Cultural San Gil y considerando estos antecedentes históricos sobre construcciones de carpintería en jardines del Renacimiento, concretamos aquí las características que podría reunir el kiosco o caseta para el acceso al BIC por la Puerta de la Justa.

Se emplazaría extramuros de la villa, 12 m al sur del acceso principal para dejar libre la vista hacia la puerta (fig. 17), construirse como estructura aislada y desmontable sobre base metálica anclada al pavimento, preferentemente de planta cuadrada de 12 pies castellanos de lado (3,33 m, poco más de 11 m2 de superficie) y 9 pies de altura hasta el alero (2,5 m), labrada en madera siguiendo la tradición española de la carpintería de armar (a base de pies derechos y tornapuntas, techumbre a cuatro aguas sobre estribos, cuadrales y tirantes, pares y contrapares, ripia y tablazón, etc.), pero sin renunciar a los característicos paneles de celosía en sus alzados, con tratamiento para resistir a la intemperie y acabado en pintura verde montaña (el recurrente verde malaquita propio del jardín renacentista que tanto utilizó Rodrigo de Holanda). En su interior, con adecuado aislamiento térmico, dispondría de suficiente espacio para que una o dos personas pudieran atender la venta de entradas por sendas ventanillas y para alojar un aseo de 4 m2 conectado a las redes de abastecimiento de agua y flujos residuales, muy próximas al emplazamiento propuesto; las necesidades de energía eléctrica podrían resolverse sin conexión a la red gracias a la instalación de un par de paneles solares sobre la cubierta, en sus vertientes más insoladas y menos visibles, y todo ello complementado con alguna planta trepadora que pudiera tapizar parcialmente la estructura, como aquellos jazmines y mosquetas de Fray Marcos de Cardona para La Fresneda, según mostramos en los croquis de las figuras 18 y 19.

Si estas condiciones y propuestas no pudieran ser atendidas en este momento, cabe pensar en una solución provisional que sería sustituida más adelante por la definitiva: bastaría con adquirir un kiosco prefabricado, como el que da servicio en el acceso del público a los jardines de Villandry (fig. 20) o los que se ofrecen en estos u otros sitios web (https://www.lacasademadera.net/, https://hortum.es/casetas-de-jardin/), y dotarlo de WC portátil del tipo utilizado en conciertos y otros actos multitudinarios, o bien llegar a un acuerdo con los bares de la zona, como se hace para los conductores de autobús: por menos de 4000 euros, asunto resuelto. La solución definitiva –más cara, pero también más vistosa– permitiría trasladar el control de entrada actual desde la puerta de servicio hasta la de La Justa de forma permanente, con la ventaja de gozar de mayor visibilidad e inmediatez desde la carretera, mejores condiciones de localización y estacionamiento y, sobre todo, para ofrecer al visitante local o foráneo el recorrido más coherente con la composición de esta villa de recreo del Renacimiento.