Ruta de las Fuentes

Estas sencillas expresiones de la arquitectura del agua, que con su sonoridad rumorosa aluden a la mayor sorpresa de los oasis de otras latitudes, son suficiente razón para permitirnos hacer de su catálogo toda una ruta: la ruta de las fuentes de Béjar.

No crea el lector que la nómina que señalamos agota todas las existentes en esta ciudad, pues el número de ellas es tan amplio que no daría para estos breves renglones ni para hacer posible un paseo por ellas de carácter lineal. Y esa pretende ser la característica: un paseo lineal en compañía de las fuentes.

Para comenzar nos situamos en la Fuente de doña Elisa, en la margen izquierda de la Travesía de la Estación según se desciende. Fue construida por los hermanos Muñoz en 1922 como regalo a su madre doña Elisa García Nieto. Se trata de un estrado abierto a la vista de Béjar con banco corrido de granito; sobre la pila en forma de copa una inscripción dedica bellas palabras a quien le da nombre. La fuente y su conjunto es un pequeño templo que rinde eterno homenaje al discurrir del agua que, sin descanso, fluye de los manantiales del monte.

Justo enfrente de ella, cruzando la carretera, desciende en ángulo el llamado Paseo de la Fabril que nos va a conducir de inmediato a nuestra segunda parada: se trata del Caño de don Pepito. En comparación con la monumental obra que acabamos de ver esta fuente es toda modestia. Se halla situada bajo la sombra de frondosos castaños de India, enfrente de la urbanización que recuerda con su nombre, "La Fabril", a la fábrica textil que allí existió, cuyo primer propietario: José Rodríguez Yagüe y su cariñoso apelativo, don Pepito, dan nombre a la fuente. Continuamos el sentido del paseo y antes de que éste tuerza hacia la izquierda bajamos por una estrecha vereda hacia la antigua vía del ferrocarril, sin uso desde 1984. La tomamos en dirección contraria al túnel cercano, y a cierta altura, después de haber trazado la curva, hay que tomar un camino por la derecha en dirección a Béjar. Es el camino de Fuentehonda que, como es lógico, nos va a hacer pasar junto al manantial de este nombre. El chorro de agua está hoy oculto entre la maleza en la parte más baja del camino. Más diáfano debía verse en el siglo XIX cuando el filosofo Nicomedes Martín Mateos lo visitaba inspirándole su ensayo: "El ruiseñor de Fuentehonda".

Entramos definitivamente en Béjar dejándonos conducir por este camino que penetra en perpendicular en la Ronda de Viriato. Para seguir nuestra ruta de fuentes se toma en ascenso, hacia la izquierda, la Ronda citada, y no paramos hasta que después de curvarse frente a las murallas, alcanza la iglesia de Santiago. De sus propios muros manan, a través de un caño, las aguas de la fuente del mismo nombre dando rumor a esta plaza: la plaza del Yezgal.

(Continuará)