¿Dónde van los patos en invierno?

Residencia Mamá Margarita, Béjar

Redacción i-bejar.com
Febrero 18, 2008

En ocasiones puede darnos la impresión de que la figura del joven idealista se ha podido extinguir, que en la actualidad no hay lugar para el joven inquieto que, en su lucha contra el cinismo social, se dispone como un don Quijote que sin caballo ni escud

La Voz de Salamanca (Javier García Pedraz) / En ocasiones puede darnos la impresión de que la figura del joven idealista se ha podido extinguir, que en la actualidad no hay lugar para el joven inquieto que, en su lucha contra el cinismo social, se dispone como un don Quijote que sin caballo ni escudero abandona la vaga ilusión de reconocerse en el ajeno mundo que le ha tocado vivir para dedicarse a descubrir sus propias leyes naturales, la lógica constituida por él mismo, valiente para conocerse y revolucionarse. Holden Cauldfield, todavía hoy, nos demuestra que el romanticismo del antihéroe aún vive.

Y así, recordando la forma en que Holden resurge del submundo revelándose contra la dilucidada Dictadura de lo superfluo en que creció, recuperé de nuevo el ramplón pensamiento que, saturado de ambigüedad y absorto de confusión, omite el desdibujado camino que me condujo a este impulsivo intento de entrar en contacto con la creatividad.

De forma casual, este intento errático ha venido a coincidir con la interacción personal con la enfermedad mental.

Una interesante reflexión que recoge Orhan Pamuk en Estambul. Recuerdos y la ciudad viene a decir que los novelistas pueden usar la creatividad acomodando la realidad a su modo de ser, sin la necesidad de que su identidad personal y la realidad converjan en conflicto.

Si algo he aprendido estos últimos días es que la enfermedad mental y la creatividad están en la misma dimensión, en la misma que hace del hombre ese magnífico error universal que es su esencia. El enfermo vive en sus novelas y se siente preso en ellas, librando la insaciable lucha por recuperar el abrazo de la calidez humana; el creador las genera deliberadamente para vivirlas, las convierte en su piel para reencarnarse en ellas. El creador las sonríe, las llora, las disfruta, las sufre: prepara su particular campo de batalla para experimentar el amor y el odio que complementen su persona desde una realidad que no siempre le es fácil. El creador puede salir de ellas para volver al consenso psicológico que en virtud a su “realismo” tendemos a llamar salud, introduciendo hábilmente la creatividad en dosis adecuadas para arraigarse a la vida. Y esto le despoja voluntariamente de sí mismo y de la realidad: la creatividad es liberación; crear es liberarse.

Pero, cuando parecía que esta idea era intocable para mí, apareció el ingenuo de Holden, triste, para preguntarse ¿Dónde van los patos en invierno?, al comprobar, desde la ventana del taxi que le conducía a su hogar, que el gélido Central Park se hallaba muerto por el frío del invierno.

Parece, pues, que no todo era gerundio de pensar. Hoy quería escribir algo, pero no había más tinta para el vacío del instante que soy, que invade dominante el lugar desde el que vengo.

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